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miércoles, 21 de marzo de 2018

¿Posibles preguntas en un parcial de sociología? Parcial de sociología, tema la sociedad




Parcial de sociología, tema la sociedad


ALUMNO__________________________ID__________ GRUPO ___________


1. Los cambios sociales que se operan cuando una sociedad adquiere nuevos conocimientos, en particular, nuevas tecnologías, se conocen como evolución tecnológica. a. verdadero b. falso.
2. Cuando se afirma que no existe una relación automática entre tecnología y sociedad, ya que ellas se pueden usar con diferentes propósitos y son los miembros de la sociedad quienes determinan su uso y forma, se esta diciendo que la tecnología no determina la sociedad. a. verdadero b. falso.
3. Las sociedades divididas en pequeñas bandas de docenas de individuos, organizados por vínculos de parentesco, caracterizaron las denominadas sociedades agrícolas y ganaderas. a. verdadero b. falso.
4. Las sociedades que desarrollaron una tecnología agrícola  rudimentaria que permitió la producción de alimentos a pequeña escala, con herramientas tales como la azada para remover la tierra y otros utensilios para cavar y plantar las semillas, se conocieron como cazadores y recolectores. a. verdadero b. falso.
5. Las sociedades que habitaron regiones áridas o montañosas y desarrollaron otra tecnología consistente en la domesticación de animales se conocieron como ganaderas. a. verdadero b. falso.
6. La sociedad en la que emergen los sistemas formales de desigualdad social y también los sistemas políticos de dominación o gobiernos rudimentarios, respaldados por una fuerza militar que protegían la posición económica y social de las familias más favorecidas, se llamó agrícolas y ganaderas. a. verdadero b. falso.
7. En las sociedades agrarias caracterizadas por una economía floreciente, aparecen los aparatos políticos y administrativos como elementos separados de la vid social. a. verdadero b. falso.
8. El empleo de maquinaria especializada por medio de fuentes avanzadas de energía, caracterizó la llamada sociedad ___________________
9. Las esferas más significativas de la vida social, encargadas de satisfacer  las necesidades básicas de las personas, se reconocen según Durkheim como ____________________________
10. La visión del mundo capitalista que brinda una justificación de los problemas sociales como problemas individuales y no como consecuencia del mismo funcionamiento de la sociedad, fue denominado por Kart Marx como alienación. a. verdadero b. falso.
11. La teoría de la acción reconoce la influencia y capacidad transformadora de la tecnología, pero plantea que son las ideas y especialmente las creencias y los valores los que pueden transformar las sociedades. Este planteamiento corresponde a uno de los clásicos de la sociología llamado _________________________
12. Toda organización formal moderna, concebida para conseguir fines específicos de la manera más eficiente posible, lo que evidencia el triunfo de la racionalidad, se conoce como  burocracia. a. verdadero b. falso.
13. Las pautas estables recomportamiento que existen fuera de la vida de los individuos son denominadas por Durkheim estructuras. a. verdadero b. falso.
14. Para este clásico de la sociología, una dimensión fundamental del cambio social es la división del trabajo o la especialización en la actividad económica, nos referimos a ___________________
15. Según Karl Marx lo que mantiene unida a las sociedades es la conciencia colectiva. a. verdadero b. falso.


RESPUESTAS

  1. F. FALSO ES socio-cultural
  2. a. verdadero
  3. b. falso son cazadores y recolectores
  4. b. falso son las primeras sociedades agrícolas
  5. a. verdadero
  6. a. verdadero
  7. a. verdadero
  8. industriales
  9. instituciones sociales
  10. b. falso es falsa conciencia
  11. Max Weber
  12. a. verdadero
  13. a. verdadero
  14.  Emile Durkheim
  15. b. falso es Durkheim

¿DESVIACIÓN Y CONTROL SOCIAL? Configuración del delito penal







DESVIACIÓN Y CONTROL SOCIAL
GELLES, Richard J. y LEVINE, Ann. Introducción a la sociología: con aplicaciones a los países de habla hispana. México: Mc Graw Hill, 1996.
Los delitos de todo tipo parecen estar en aumento y algunos, como el tráfico de drogas, están cobrando dimensiones internacionales. Por otro lado, el miedo a ser víctima de un delito también aumenta, lo que explica por qué en muchos rincones del mundo se están endureciendo las penas. En nuestros días, las cuestiones relacionadas con la delincuencia constituyen uno de los principales caballos de batalla en las confrontaciones electorales y por lo general, el mensaje unánime es que hay que endurecer las medidas para combatirla. En muchas partes del mundo, el problema de la delincuencia ha pasado a un primer plano.
En este capítulo se presentaran algunas de las muchas cuestiones relacionadas con el control, el delito y la desviación. Se intentará trazar un retrato global del delito y la desviación. Se analizará la naturaleza cambiante del proceso de control social, un fenómeno que se extiende de manera creciente en la sociedad moderna.  También se examinará algunas de las razones que  explican el aumento de la delincuencia.
ALGUNAS DEFINICIONES INTRODUCTORIAS
Las sociedades están reguladas por normas que orientan virtualmente todas las actividades humanas y la desviación es la violación de estas normas junto con el reconocimiento y etiquetaje de estas violaciones.  El concepto de desviación (o de “conducta desviada”) por tanto implica dos elementos: las definiciones y las normas. Una conducta desviada es la que la gente entiende o define como tal a la vista de que alguien está violando o transgrediendo una norma cultural. Las normas guían prácticamente todo el rango de actividades humanas, de manera que el concepto de desviación cubre un espectro igualmente amplio. Existen, por ejemplo, normas en el campo de la sexualidad o en el de la religión y quienes violan dichas normas se transforman automáticamente en pervertidos o herejes, respectivamente.
El delito es un tipo claramente específico de desviación. El delito consiste en la transgresión de la ley. Por supuesto, hay muchos tipos o categorías de delitos y de delincuentes. Como es obvio, en algunos casos la desviación apenas produce reacción alguna, mientras que en otros puede dar lugar a respuestas más severas por parte de la sociedad. Nadie presta prácticamente ninguna atención al detalle de ser zurdo (que implica al fin y al cabo, la transgresión de una vieja norma cultural) o de ser presumido; pero somos más severos con quien conduce bajo los efectos del alcohol, o con quien comete vandalismo y llamamos a la policía en el caso de allanamiento de morada.  Existe un continuo de respuestas sociales a los delitos y no todos respondemos de la misma manera ante ellos.
La desviación no implica en todos los casos una acción o una opción voluntaria. Para algunas categorías de individuos el simple hecho de existir implica la condena de otros. A  menudo es así como ven los ancianos a los jóvenes (porque piensan que pueden cometer travesuras o causar problemas) o los miembros de la raza blanca a los que no lo son. Tanto un unos como en otros casos (cuando se rompe la norma perjudicando a terceros o cuando uno se excede en el cumplimiento de las leyes y las normas sociales) se observa algún grado de diferencia. Estos individuos no se comportan como el común de las personas: son “extrañas” (Becker, 1966). La desviación o la delincuencia son mucho más que simples hechos de elección individual o fracasos personales. Cómo se define la desviación, a quién se le atribuye y qué es lo que se hace al respecto, son cosas que dependen de cómo está organizada la sociedad.
Desviación es cualquier acto que perturba las expectativas sociales, que provocan la desaprobación social y que base que la gente exclame: hay que hacer algo (k. Erikson, 1962).
LA CONFIGURACIÓN SOCIAL Y GLOBAL DEL DELITO
En todas las sociedades existen el delito y la desviación: los sociólogos están generalmente de acuerdo en que no existe una sociedad libre de delito. De hecho, el delito puede ser un precio necesario para cierta libertad social (y por tanto inconformismo). Puede servir como mecanismo de cambio social y también puede definir los límites morales de una sociedad. Si no hubiera malos ¿podría haber buenos? Una sociedad sin delito o desviación probablemente sería muy rígida y muy controlada. Al mismo tiempo, el nivel de delincuencia varía mucho entre sociedades. Demasiada “libertad” por ejemplo, puede conducir a altas tasas de delincuencia. No todas las sociedades tiene la misma configuración social del delito.
El proceso de globalización abarca numerosos frentes y entre ellos el del crimen organizado a nivel internacional. Algunos tipos de crímenes siempre han tenido una dimensión internacional, como el terrorismo, el espionaje o el tráfico de armas (Martin y Romano, 1992), pero están surgiendo variantes nuevas a medida que el crimen traspasa las fronteras (Castells, 1998), que ha escrito sobre la economía de la delincuencia internacional y después del Congreso de las Naciones Unidas sobre el crimen transnacional en 1994, identifico al menos seis variables principales en el mundo:
1.    El tráfico de armas, una industria multimillonaria en la cual estados y organizaciones están provistos de armamentos que no deberían tener.
2.    El tráfico de materiales nucleares.
3.    El tráfico de inmigrantes ilegales; una estimación sugiere que bandas criminales chinas ganan 2.5 miles de millones de dólares al año con este negocio, con consecuencias desastrosas para los inmigrantes en muchos casos (Cohen y Kennedy, 2000)
4.    El tráfico de mujeres y niños
5.    El tráfico de órganos, una industria millonaria que vende los órganos de los pobres a los ricos.
6.    El lavado o blanqueo de dinero que implica complejos acuerdos financieros mediante los cuales el dinero  se deposita, se “pierde” y se reintegra al sistema formal. Depende de los bancos en el exterior (paraísos fiscales), el secretismo y la confidencialidad. El dinero que se gana en el mercado ilegal se tiene que reintegrar en la economía legal.
CAMBIOS EN EL CONTROL SOCIAL
Dado que en todas las sociedades hay reglas y normas, sus miembros intentan ejercer control social los unos sobre los otros. En casos más serios, la sociedad reacciona de un modo formal (y contundente) mediante un sistema de control social que implica el desarrollo de respuestas planificadas y programadas a probables conductas desviadas. Este sistema implica todas aquellas medidas que se toman para prevenir, evitar o castigar el delito (S. Cohen, 1985).
Su variante más visible es el sistema de justicia penal, esto es el conjunto de instituciones policiales, judiciales y penitenciarias que se pone en funcionamiento, cuando se produce una violación de la ley. Son estas instituciones las encargadas de dar una respuesta formal al delito. En algunos países, la policía militar mantiene un control estrecho sobre el comportamiento de la ciudadanía; en otros, el poder de los oficiales está más limitado en cuanto a su capacidad de respuesta a ciertas violaciones de la ley. Existen, no obstante, redes de control menos visibles, desde la labor desempeñada por asistentes sociales y psiquiatras hasta los circuitos cerrados de televisión en centros comerciales, pasando por la generalización del etiquetado electrónico en las tiendas, o la creciente presencia de guardias jurados en todo tipo de empresas y organizaciones.
Las características fundamentales de los actuales sistemas de control tienen su origen a finales del siglo XVIII. Aunque antes también existían cárceles, no eran los grandes espacios estructurados en celdas individuales  ni el tipo de organizaciones rígidamente burocratizadas que se conocen hoy en día. Antes bien, eran pequeñas dependencias locales, bastante reducidas, donde se hacinaban sin diferenciación alguna tanto los grandes criminales como los pequeños ladronzuelos. A menudo no era más que “lugares de espera”, el vestíbulo de las galeras o del patíbulo (Ignatieff, 1978). De modo semejante, la vigilancia y el control de las calles era un asunto exclusivamente local.
Todo esto cambió con la industrialización y el desarrollo de las sociedades modernas. En concreto, el control social se profesionalizó y burocratizó y la administración central empezó a jugar un papel cada vez más importante. El control del orden público pasó a manos de organizaciones dirigidas por nuevos profesionales (directores y funcionarios de prisiones, policías, jueces) que dependían cada vez más, en cuanto a su financiación y regulación interna, del estado, que también extendió su capacidad de intervención legislativa. La mayor parte de los países industrializados tienen presupuestos parecidos: la parte destinada al control del delito consuma una proporción nada despreciable de los presupuestos públicos.
En el clásico de Michael Foucault Vigilar y castigar, se puede rastrear estos cambios y comparar las formas de castigar de la sociedad del siglo XVIII orientadas a infligir el mayor sufrimiento a los condenados, con los sistemas de vigilancia y castigo de la sociedad actual, más racionales (esto es, más eficientes y más burocráticas).
Nuevas pautas de control en el siglo XXI
El moderno sistema de control reúne tres características fundamentales. En primer lugar, el viejo sistema de control, que contaba con una red policial y penitenciaria financiada por el estado sigue vigente y en expansión. Se siguen construyendo nuevas cárceles y en algunos países la población penitenciaria se ha incrementado notablemente.
En segundo lugar, a partir de la Segunda Guerra Mundial, se han ido sumando nuevos métodos de control más informales. El resultado es que son cada vez más personas, provenientes de más categorías sociales, las que están bajo control. En tercer lugar, en su conjunto, el sistema de control ha sufrido una expansión considerable debido a la incorporación de nuevas técnicas de vigilancia, muchas de ellas promovidas y sufragadas por el sector privado.
La expansión del sistema carcelario
Las redes penitenciarias también están en expansión en prácticamente todos los países del mundo. Tanto es así que Nils Christie (2000) ha acuñado el término “complejo industrial penitenciario”. Tanto el número de cárceles como el de reclusos ha aumentado exponencialmente en los últimos años.
Hacia finales de 2006, más de 9.25 millones de personas estaban encerradas en las cárceles de todo el mundo, cerca de la mitad de ellas en Estados Unidos (2.19 millones), Rusia (0.87 millones) y China (1.55 millones además de los detenidos aún sin juzgar y de las “detenciones  administrativas).
El encarcelamiento se ha convertido en una enorme empresa y es un indicador de la crisis social sistémica de comienzos del siglo XXI. Posiblemente esto se debe a nuevas políticas como la del sistema del three strikes and you are out (que se puede traducir como “la tercera es la vencida”) adoptada por primera vez en Washington en 1992, que implica que la tercera condena ya es una condena perpetua. Otros países también han endurecido sus políticas de lucha contra la delincuencia. El aumento de la población reclusa y los cambios en la orientación de la política penitenciaria han puesto en cuestión el viejo sistema de control lo que ha dado lugar a la búsqueda de nuevas soluciones. De hecho, en la última década del siglo XX se observa una reorientación desde las tradicionales políticas de rehabilitación a políticas más represivas. Una de ellas son las cárceles privadas.




La privatización de las cárceles
A finales del siglo XX se ha dado un giro a las cárceles, desde la gestión y financiación pública hacia la creación de cárceles privadas. Aunque ya se habían ensayado algunas fórmulas de intervención del sector privado con anterioridad (como el “préstamo” de prisioneros para trabajar en las cadenas de presos), fue a comienzos de la década de los 90 cuando un número creciente de países vieron en la privatización una posible salida a la “crisis” del sistema penitenciario.
Las primeras privatizaciones tuvieron lugar en Estados Unidos en correccionales, en cárceles de mujeres y en cárceles para internos escasamente peligrosos. El primer correccional privado de menores se inauguró en Pennsylvania en 1975. Unos años más tarde, dos empresas Corrections Corporations of America (CCA) y Walkenhut, comenzaron a conseguir contratos para cárceles de adultos.
Los que defienden esta política argumentan que las cárceles privadas resultan más económicas, son más flexibles y eficientes (pues se pueden ahorrar costes en la construcción de las cárceles y en su gestión y mantenimiento).  Los que se  oponen piensan que, como empresas privadas, se trata de un sistema que pretende rentabilizar el castigo y que estas instituciones están más interesadas en obtener beneficios que en procurar el bien de los internos y consecuentemente, de la sociedad en su conjunto.
El fenómeno de la privatización de las cárceles se ha extendido en todo el mundo. En Australia también han aparecido cárceles privadas y en Europa este fenómeno también es conocido. En Francia ya son más de 10.000 los internos que están recluidos en 17 cárceles privadas. En Alemania, Holanda y Reino Unido también se han ensayado programas similares (James et. al., 1997).
La extensión de la red de control informal
Resulta irónico que la expansión de las redes penitenciarias ha ido de la mano del crecimiento de lo que han sido llamadas alternativas a la cárcel.  Es evidente que estas no son alternativas sino que existen a la par con el aumento del número de cárceles y que cada vez hay más personas sometidas a la red de control. Si antes los menores de edad que cometían una infracción o un delito solo recibían una amonestación, lo normal en nuestros días, es que se obligue a seguir una terapia de grupo o cualquier otro tipo de programa de rehabilitación.  El criminalista británico Anthony Bottoms ha denominado a este fenómeno la “bifurcación del sistema”. En sus propias palabras, esto significa que “a los delincuentes peligrosos” se les aplican medidas más expeditivas, mientras que con los “delincuentes comunes” se permite ser más indulgentes. (Bottoms, 1983).



El auge de la sociedad de la vigilancia
El sistema penal en su conjunto se ha expandido hasta incluir una gran variedad de técnicas de vigilancia, muchas de las cuales se desarrollan y se promueven desde el sector privado. Aunque el fenómeno de la vigilancia ha existido a lo largo de la historia, se ha intensificado de tal manera en el mundo moderno, que se puede hablar de una sociedad de la vigilancia, esto es, una sociedad que depende de la tecnología de la comunicación y la información para los procesos de administración y control y que tiene la vida cotidiana de sus ciudadanos bajo una estrecha vigilancia. (Lyon, 2001).
En las sociedades no industriales, la vigilancia funcionaba de manera informal, a menudo a través de grupos de socialización primaria (familia, escuela) pero  las sociedades más complejas exigen sistemas también más complejos de control. Desde los orígenes de la sociedad industrial se ha venido empleando cada vez más tiempo y energía en recopilar información sobre la vida de los ciudadanos y en vigilar su comportamiento.
En este sentido, uno de los aspectos más notables de los últimos años ha sido el incremento de los circuitos cerrados de televisión. Muchas autopistas, comercios y edificios públicos están vigilados las 24 horas al día, 365  días al año.  Con ello y aunque la presencia física de la policía quizá no sea muy notable, nuestros actos están mucho más vigilados que en el pasado.
La nueva tecnología digital permite asimismo crear archivos de personas con antecedentes. Otros sistemas en desarrollo son la identificación electrónica de individuos a través de la voz, o por el iris de sus ojos. A mediana o largo plazo, esto podría implicar la sustitución de los pasaportes, o incluso de las tarjetas de crédito, por un sistema de registro electrónico de nuestros rasgos físicos, mediante la introducción de una especie de código de barras.
Sin embargo, no todos los sistemas de control funcionan de manera tan formal y precisa. Otro desarrollo interesante, por lo menos en Reino Unido, ha sido la aparición de los Programas de Vigilancia Vecinal. Desde 1983, ha habido un crecimiento enorme del número de personas que se dedican a patrullar sus barrios. Se calcula que en el año 1996, existían ya unos 143.000 programas de este tipo en el Reino Unido (Morgan  y Newburn, 1997: 62).
De la misma manera, se han desarrollado sistemas de vigilancia electrónica con los que los movimientos de un delincuente son vigilados, controlados y modificados a través de un sistema de confinamiento doméstico. El delincuente lleva una pulsera o tobillera electrónica y es vigilado las 24 horas del día. Se han introducido estos sistemas desde mediados de la década de los 80 en varios países, incluidos Canadá, Estados Unidos, Reino Unido, Suecia, Dinamarca y Noruega.  Inicialmente la opinión pública estuvo en contra de este sistema y algunos gobiernos, como el del Reino Unido, tuvieron dificultades para implementarlo (sobre todo debido a problemas técnicos).  Pero con mejoras  en la coordinación entre los organismos administrativos de la libertad condicional, se está convirtiendo en otra alternativa dentro del sistema penal. Es mucho menos costoso que el encarcelamiento y tiene una tasa de éxito moderada. Las principales razones para el fracaso parecen estar relacionadas con el abuso de alcohol y drogas.
Esta intensificación del control quizá nos haga sentir más seguros. Pero la cuestión es hasta qué punto estos nuevos sistemas pueden mermar nuestras libertades o atentar contra nuestra intimidad: no somos nunca plenamente conscientes de quién, dónde y cuándo nos está mirando a través de una cámara o almacenando datos de nuestra vida privada. La pesadilla descrita por George Orwell en su novela 1984  puede terminar haciéndose realidad.
En resumen, las sociedades modernas han sido testigos de un considerable desarrollo de los sistemas de vigilancia y control. Esta extensión e intensificación de los sistemas de control está desdibujando la línea que separa el control justificado del control por sí mismo, de modo que, con más conductas observadas y controladas, se está “creando” más desviación.
La perpetuación de la pena de muerte
A medida que se introducen nuevos sistemas de control en el siglo XXI otros más antiguos desaparecen. Aunque la pena de muerte tiene una larga historia como respuesta social a todo tipo de crímenes, ha sido abolida en unos 130 países (en 90 países para todos los delitos, mientras que en otros países se ha mantenido para casos excepcionales, como crímenes de guerra, o bien se mantiene en la legislación pero se ha eliminado en la práctica). Al mismo tiempo, países como Estados Unidos, China y muchos estados africanos todavía utilizan la pena de muerte.
Entre los países industrializados, Estados Unidos mantiene la pena de muerte (también tiene una tasa muy alta de homicidios comparada con sociedades similares). Desde 1977, cuando se restableció la pena de muerte, aproximadamente 1.057  personas han sido ejecutadas. De estas, 367 eran negras, 621 blancas y 71 hispanas. Al comienzo de 2007, había unas 3.500 personas esperando su ejecución en el corredor de la muerte (el 99 % varones).
Teorías sobre el delito y la desviación
Se ha demostrado que la delincuencia sigue pautas sociales definidas, y se ha examinado algunas respuestas sociales hacia el delincuente. Ahora interesa responder las preguntas que se hacen muchas personas: ¿Cómo explicar que algunas personas se hagan delincuentes? ¿Por qué hay personas que cometen delitos y cómo prevenirlo? Los sociólogos plantean que el delito está relacionado con las condiciones sociales.




LA ESCUELAS CLÁSICA
Data de la época de la Ilustración  y su concepto principal es que el delito es una elección racional del individuo. Las personas cometen delitos cuando (a) puede maximizar sus beneficios y (b) pueden estar relativamente seguros de que no serán castigados. El delito, por tanto, es un acto racional. Desde esta perspectiva, entonces, lo importante es configurar el sistema penal para que disuada a las personas de cometer crímenes. Cesare Beccaria, un italiano que propuso una reforma radical del sistema penal en 1774, es considerado por muchos el fundador de la tradición clásica en la criminología.
Beccaria cuestionaba la naturaleza severa del castigo y abogaba por un sistema de disuasión. Para él, los castigos podían disuadir si eran proporcionales a la gravedad del delito, por tanto, los delitos más graves deberían recibir castigos más severos. El castigo debería ser público, rápido, necesario, lo menos severo posible dadas las circunstancias, proporcionado al delito y dictado por las leyes (Beccaria, 1963, original 1764). Sus ideas siguen vigentes.
¿Qué se considera una sentencia justa?  En la década de 1970, el modelo “vuelta a la justicia”  (Back to Justice), propuesto por von Hirsch y sus colegas, afirmaba que la severidad del castigo debería ser proporcional a la gravedad de la ofensa (von Hirsch, 1976; 66).  Argumentaban que:
-       La probabilidad de reincidencia debe ser irrelevante a la hora de dictar sentencia. El delincuente debe ser castigado en función de lo que ha hecho.
-       Las sentencias indeterminadas deben ser abolidas. Ciertos delitos merecen castigos específicos y el delincuente debe saber de antemano cuál será su castigo si comete un delito determinado.
-       La discreción del juez para dictar sentencia debe ser severamente limitada. Se debe introducir un sistema de penas estándar.
-       La aplicación de una sentencia de encarcelamiento debe ser restringida a delitos graves, sobre todo a aquellos delitos con graves consecuencias para sus víctimas.
-       Penas de menor gravedad no deben pretender rehabilitar, sino simplemente castigar con menos severidad (von Hirsch, 1976).

LA ESCUELA POSITIVA
Estas teorías se centran en las características y causas de un prototipo de delincuente. Se examinarán brevemente algunas versiones biológicas y psicológicas de esta escuela.
Ya se sabe qué hace un siglo mucha gente pensaba, equivocadamente, que el comportamiento humano podía explicarse en términos de los impulsos o los instintos naturales. Por esto se explica por qué los criminólogos se empeñaron en explicar la conducta delictiva en términos biológicos. En 1876 Cesare Lombroso (1835-1909), un médico penitenciario italiano, lanzó la teoría de que los delincuentes  tienen unos rasgos físicos característicos: estrechos de frente, mandíbulas y pómulos prominentes, orejas separadas, vello abundante y brazos extremadamente largos.
Aunque las tesis de LOMBROSO fueron muy populares en su tiempo, la verdad es que pronto se mostraron falsas. De haber mirado más allá de las cárceles, pronto se hubiera dado cuenta de que los rasgos físicos que, según él, caracterizaban a los delincuentes, están aleatoriamente repartidos entre la población. Charles Goring, un alumno de Lombroso que continuó sus estudios después de la muerte de éste, llegó a la conclusión de que no hay diferencias físicas significativas  entre los criminales y el resto de la población. No hay forma posible de distinguir al delincuente de quien no lo es fijándonos en sus rasgos físicos (Goring, 1972; ed. orig. 1913).

A mediados del siglo XX, William Sheldon, un antropólogo norteamericano,  desarrolló un argumento similar al defender que la constitución corporal puede servir para predecir la  predisposición al delito. Sheldon registró los datos de cientos de jóvenes, los clasificó según su constitución física y hurgó en sus antecedentes penales.
Identificó tres tipos corporales básicos: el endomorfo (el tipo redondo, blando, gordo), el mesomorfo (el tipo atlético, muscular) y el ectomorfo (el tipo huesudo, frágil, delgado). Sheldon intenta correlacionar personalidad y conducta con el tipo corporal. Concluye, como resultado de su investigación, que el mesomorfo es el tipo más propenso a la delincuencia, ya que es impulsivo, enérgico y nervioso. Afirmaba que el endomorfo tenía propensión a ser amigable y autoindulgente, en tanto que al ectomorfo lo encontraba abiertamente sensible y algo indeciso.
Usando la tipología desarrollada por William Sheldon, Sheldon y Eleanor Glueck publicaron en 1956 los resultados de una investigación en la cual comparaban quinientos jóvenes delincuentes con quinientos jóvenes no delincuentes. Los Glueck encontraron que un porcentaje estadísticamente significativo de jóvenes delincuentes eran mesomorfos (musculosos y atléticos), pero que con sus datos no es posible afirmar que una constitución fuerte es un buen indicador de la propensión al delito y mucho menos de su causa. La hipótesis de los Glueck era que los padres tratan a los hijos de constitución fuerte con menos mimo que a los que parecen más débiles, de forma que los más fuertes crecen con una menor predisposición a mostrar afecto por los demás. Además como ellos mismos se encargaron de señalar, en la medida en que la gente espera de los chicos un comportamiento físico más agresivo, éstos acaban desarrollando este tipo de comportamiento.
La investigación sobre la relación de ciertas gamas de cromosomas con la conducta desviada se está todavía llevando a cabo, aunque ha habido varios esfuerzos convincentes para refutar cualquiera de las dos teorías. Un hombre normal posee una pareja de cromosomas XY, y una mujer normal ostenta por lo general una pareja de cromosomas XX. Hay desacuerdo entre los investigadores sobre si un “criminal nato” posee una gama de cromosomas XYY.

Richard Speck, un convicto culpable de haber asesinado siete enfermeras en Chicago en 1966, tenía una gama de cromosomas XYY. Después de haber hecho este descubrimiento, numerosos investigadores en los Estados Unidos trataron de averiguar si había alguna correlación entre la gama de cromosomas y el comportamiento desviado. En el momento de escribir esto, no ha surgido ninguna prueba que demuestre la existencia de algún tipo de vínculo entre la gama de cromosomas y la desviación.

La investigación genética reciente y el Proyecto del Genoma Humano continúan explorando las posibles conexiones entre la biología y la conducta desviada, pero al día de hoy, no existe evidencia definitiva que correlacione la propensión a la conducta delictiva con tales o cuales componentes genéticos. Si parece, sin embargo,  que determinados rasgos genéticos combinados con determinadas experiencias sociales pueden explicar, en parte, determinadas conductas. En otras palabras, los factores biológicos tienen probablemente un impacto real, aunque modesto, sobre la propensión de los individuos a embarcarse en actividades delictivas (Rowe, 1983; Rowe y Osgood, 1984; Wilson y Hernstein, 1985; Jencks, 1987).

 

EXPLICACIONES PSICOLÓGICAS DE LA DESVIACIÓN


Varios psicólogos explican la desviación en términos de una personalidad defectuosa. Esto es, que existe cierto tipo de personalidades que tienden a relacionarse más estrechamente con la desviación social que otras.

Sigmund Freud divide la mente en tres partes: el id, el ego y el superego. El id representa la parte inconsciente, instintiva, impulsiva y no socializada de la personalidad. El ego representa la parte consciente y racional de la personalidad. A menudo se hace referencia a éste como el “guardián” de la personalidad, porque regula la interacción entre el id y el superego. El superego representa la parte de la personalidad que ha absorbido los valores culturales y las funciones de manera consciente. Quienes pertenecen a la escuela psicoanalítica consideran que el comportamiento desviado resulta cuando un id hiperactivo (e incontrolable) se presenta en combinación con un superego pasivo mientras que, al mismo tiempo, el ego permanece sin una dirección adecuada.
Si una persona está hambrienta y por lo tanto requiere alimento, el id insistirá  en que esa necesidad debe ser satisfecha usando cualquier medio a su alcance. Si el superego es extremadamente débil y posee escaso control sobre el id, la persona puede simplemente dirigirse a un restaurante y tomar la comida de una mesa ya ocupada. En este caso, el ego no prevé ningún peligro y el superego no da señales de que esa clase de comportamiento sea  inaceptable.






La identificación social de desviación.
La desviación social  es universal (Erich Goode, 1984). Cada sociedad establece leyes y reglamentos, sufre violaciones de estas leyes, de un modo o de otro castiga a los infractores. Pero lo que perturba o no a la gente es la definición social de desviación que es muy variable. La homosexualidad proporciona un claro ejemplo. Al acercarse a fuentes históricas y a materiales de estudios transculturales, el sociólogo David Greenberg (1988) documentó las diversas y cambiantes definiciones de la homosexualidad en varias culturas durante siglos (nótese que Greenberg se concentró en la homosexualidad masculina, la razón es que se sabe mucho menos acerca del lesbianismo en las sociedades pequeñas o en la antigüedad).
En algunas sociedades pequeñas, tradicionales, las relaciones homosexuales, son vistas como una parte normal de la adolescencia. Con frecuencia los jóvenes son aislados en casas especiales o villas durante su entrenamiento para convertirse en hombres; las relaciones homosexuales  que  desarrollan en este periodo pueden ser continuadas o no después de que los muchachos crezcan y se casen. En otras sociedades los actos homosexuales con personas adultas son parte de la ceremonia de iniciación que  trasforma a los jóvenes en hombres. Otros pueblos creen que los poderes de sanación de un chamán sólo pueden ser trasmitidos a un aprendiz por medio de su semen. Otros reconocen un rol especial (llamado berdache por los investigadores franceses) a los hombres que se visten como mujer y realizan tareas “femeninas” (tales como arreglar  el jardín y tejer).
No todas las sociedades aprueban o toleran la homosexualidad. Mientras algunos grupos reverencian a los berdaches, otros los ridiculizan. Algunos pueblos nunca han oído hablar de conducta homosexual, otros son indiferentes al tema y unos cuantos exigen que los individuos sorprendidos en conductas homosexuales elijan entre ritos de purificación o la expulsión.
El registro histórico es en igual forma variado. La sabiduría convencional sostiene que los antiguos griegos aprobaban las relaciones homosexuales, en especial entre jovencitos y sus maestros esto es verdad solo en parte. Los clásicos griegos no tenían una palabra para designar a una persona homosexual (o heterosexual),  porque no reconocían a éstas como categorías mutuamente exclusivas. Pensaban que mucha gente podría ser atraída sexualmente por la belleza de cualquier sexo y que el escoger un compañero del mismo sexo o del opuesto en una ocasión no impedía escoger a uno diferente en otra ocasión. Los dioses griegos Zeus, Apolo y Poseidón  enamoraban a ambos sexos, como lo hacía el dios hindú Samba, hijo de Krishna y muchos  dioses romanos.
En general, las enseñanzas judeo cristianas han condenado la homosexualidad, junto con otras actividades sexuales no asociadas con la procreación (como la masturbación o el sexo oral). Cualquiera que se entregaba a estas prácticas con el mismo sexo o el opuesto era denunciado  como “sodomita”. Pero la severidad del castigo para los sodomitas ha ido desde la desaprobación y la penitencia de la oración, hasta la persecución y la tortura (especialmente bajo la Inquisición española y para los homosexuales en Alemania nazi).
En Estados Unidos, desde los comienzos hasta la mitad del siglo XIX, la homosexualidad se consideró en general como un vicio, como conducta inmoral, insana en todos los aspectos, que la gente temerosa de Dios evitaba. Había rumores de que los homosexuales eran en realidad un “tercer sexo”, biológicamente diferente de los hombres y mujeres ordinarios. Pero aun así, los individuos fueron exhortados a practicar el dominio de sí mismo.
La homosexualidad fue considerada primero como un delito en el pasado siglo XIX, como una condición después de una regular que pasaba por alto las leyes contra la sodomía y que amonestaban los actos sexuales “desnaturalizados”,  aun entre adultos anuentes. Estas leyes aplicaban a heterosexuales lo mismo que a homosexuales, pero era raro que se ejercieran contra heterosexuales. El principal efecto fue conducir a los homosexuales al ocultamiento (dentro del closet).
En el siglo XX,  la profesión médica empezó a trasformar la perspectiva sobre la homosexualidad pasando del concepto de delito al de enfermedad. Este cambio fue conocido por psiquiatras y fundamentado en la obra de Sigmund Freud. El mismo Freud no desarrolló una explicación específica o “tratamiento” para la homosexualidad. En realidad en su “Letter to an American Mother” (carta a una madre  norteamericana)  establecía que, cualquiera que fuera su origen, la homosexualidad no era una enfermedad y en 1930 firmó un documento declarando el castigo a los homosexuales como una “violación extrema a los derechos humanos” (Greenberg, 1988, pp.425-426). Pero sus demás escritos implicaban con firmeza que la atracción erótica por el mismo sexo era causa por un estado de desarrollo reprimido. Basándose en Freud, otros psicólogos declararon que la homosexualidad era un signo de inadaptación o aun enfermedad mental.  Esta opinión prevaleció en los últimos tiempos. Sólo fue hasta 1973 que la  Asociación Estadounidense de Psiquiatría (American Psychiatric Association), bajo la presión del Movimientos por los Derechos de los Homosexuales, suprimió la homosexualidad de su lista de enfermedades emocionales.
Aunque el movimiento por los derechos de los homosexuales ha hecho bastante para cambiar las actitudes hacia los homosexuales, éstos y las lesbianas, están lejos de obtener la igualdad en la sociedad. No existe una sola ley federal que proteja a los homosexuales contra la discriminación: en casi seis estados, los homosexuales pueden perder sus empleos, hogares e hijos, o se les puede negar préstamos bancarios por sus preferencias sexuales. A individuos de otros países pueden negárseles visas  de entrada a Estados Unidos solo por su orientación homosexual. La epidemia del SIDA, la cual empezó entre  homosexuales en Estados Unidos, ha complicado el asunto, por un lado a vuelto la opinión de algunos más comprensiva con respeto a los homosexuales y por otro  ha convencido a otros que merecen castigo y aislamiento. Además hay pruebas de contragolpes, en forma de ataques violento (“aplastar homosexuales”) así como referendos que exigen limitaciones a los derechos de los homosexuales.
Aun dentro de una sociedad la definición social de las desviaciones  varía según el actor, la audiencia y la situación. Así, el Pentágono argüía que la homosexualidad notoria podía ser aceptable en la vida civil, pero no dentro de las filas militares. La gente hace la misma clase de juicios selectivos en la vida diaria. Por ejemplo, una mujer puede ser completamente amistosa con la pareja homosexual que vive al lado, pero puede angustiarse al saber que su propio hijo (“el actor”) es homosexual. La gente que trabaja en las artes y en los espectáculos tiende a aceptar más las formas de conducta no convencionales que los militares, los trabajadores de la construcción  o los banqueros (“la audiencia”). Como resultado, los homosexuales pueden sentirse más a gusto en el teatro y en el mundo de la moda. La gente piensa que a los homosexuales debe permitírseles seguir cualquier carrera que elijan, mientras que no involucre niños pequeños (“la situación”).
Resumiendo lo anterior, las ideas de lo que es o no  desviante puede y cambia en el tiempo. Son el producto acumulado de las interacciones sociales y varía de sociedad a sociedad (y de grupo a grupo, dentro de una sociedad). Las normas culturales que establecen lo que es o no conducta aceptable raramente están expresadas como códigos firmados, oficiales. Aun cuando las normas son codificadas como leyes (como  las leyes contra la “sodomía”), están sujetadas a interpretaciones variadas y a diferentes grupos de ejecución real. La autoridad cultural de las normas se origina de la acumulación de numerosas decisiones separadas de la comunidad. Para que una norma retenga su autoridad de su valor corriente, debe ser usada con regularidad. Cada vez que un grupo condena una conducta desviante, reafirma sus normas y establece límites culturales hasta lo que es socialmente aceptable.
Desviación y control social.
El control social se refiere a cualquiera y a todos los esfuerzos para prevenir y/o corregir la conducta desviante. El instrumento más poderoso de control social es la socialización De un modo ideal, la socialización conduce a la gente a que haga lo que se supone que debe hacer. Pero la socialización nunca es perfecta; los seres humanos no son autómatas sociales. Para lograr el control, todas las sociedades dependen de las sanciones, es decir, en las recompensas para la conducta concordante y los castigos para la conducta desviante.
Una amplia distinción  puede hacerse entre los controles sociales formales y los informales. Los controles sociales informales son presiones sutiles, no oficiales, para conformarse a las normas y valores de la sociedad. Están entretejidos de una manera tan firme en la red de la vida diaria, que con frecuencia no se nota su impacto - una sonrisa o un movimiento de cabeza indica que una persona aprueba lo que otra ha dicho (sanciones positivas); la mirada de asombro o un ademán con las manos  que indica que la otra personas  quiere mantener distancia (sanciones negativas).
El chismorreo es una de las formas más familiares  y penetrantes de control social informal son múltiples.  Cuando la gente platica acerca de quien fue invitada a una fiesta y cómo iba vestida, por qué algún amigo se portó en forma desacostumbrada, por qué un matrimonio  ha pedido el divorcio o cómo trata a su perro el vecino de su calle, están probando y reafirmando las normas y los valores compartidos.
Como lo señaló Erving Goffman (1967) una violación de las reglas sociales desconcierta a la gente que es testigo de la equivocación y de quien la cornete. Al ofrecer una disculpa o presenta una excusa, pretendiendo que sólo era broma o cambiando el tema, la gente intenta borrar el error social y así restablecer  el orden. A través de los chismes, la gente puede reinterpretar una ruptura de la conducta decorosa como una equivocación o establecer su propia distancia del ofensor y la ofensa. Tales controles sociales informales despliegan bastante poder (S. Cohen, 1985).
En los pequeños grupos primarios y en las sociedades tradicionales puede ser suficiente con los controles sociales informales. Pero en grandes grupos secundarios y en  sociedades complejas son necesarios mecanismos de control más formales. Los controles sociales formales son mecanismos públicos institucionalizados, codificados, para prevenir o corregir la conducta desviante.  En las sociedades modernas ciertas instituciones y organizaciones se especializan en el control social. La policía, los tribunales y las prisiones son responsables del cumplimiento de la ley al aprehender y castigar a los criminales; los psiquiatras y otros trabajadores de la salud mental deciden si un individuo está mentalmente enfermo o no y si lo está, cómo será tratada la “enfermedad” de esa persona (psicoterapia, drogas, internamiento en alguna institución o  con alguna combinación de las tres).
Otros controles sociales formales están construidos dentro de la estructura de una organización. Las empresas recompensan con aumentos y promociones a los empleados que llenan o exceden sus expectativas y castigan a los que no lo hacen bajando su categoría o despidiéndolos. Las universidades emplean las admisiones, becas, grados, aprobaciones y expulsiones para recompensar o penalizar a los estudiantes según su desempeño. Los individuos pueden estar sujetos al control social en muchos dominios diferentes a la vez: hogar, oficina, iglesia y aun en la calle, donde la policía ejerce control social formal y donde la mirada de la muchedumbre ejerce el control social informal (S. Cohen, 1985).
La perspectiva del etiquetado: creando infractores
Para entender y explicar la dinámica social de la deviación muchos sociólogos emplean una perspectiva conocida como teoría del etiquetado. La teoría del etiquetado no considera la desviación como un hecho objetivo. Más bien se concentra en los significados o interpretaciones que la gente le atribuye a las diferentes clases de conducta y en el proceso de interpretación entre aquellos que implantan y hacen cumplir las leyes y los que son sorprendidos rompiendo esas leyes.
La teoría del etiquetado ve  la desviación y el control social como las caras opuestas de la moneda: ninguno podría existir sin el otro. Mientras que el sentido común sugiere que la desviación crea la necesidad de controles sociales, la perspectiva del etiquetado muestra cómo los controles sociales pueden crear la desviación. El planteamiento clásico de esta posición viene de la presentación de The Outsiders de Howard Becker (1963): los grupos sociales crean desviación al elaborar las leyes cuya infracción constituye desviación y al aplicar estas leyes a personas particulares, etiquetándolas como infractores. Desde este punto de vista la desviación no es una cualidad del acto que comete una persona, sino una consecuencia de la aplicación por otros  de las leyes y las sanciones a un “ofensor”. El desviante es uno a quien le ha sido aplicada con éxito la etiqueta; la conducta desviante es la conducta que la gente ha etiquetado así. (p.9)
Según esta opinión, ningún acto  es desviante en y por sí mismo. Más bien, la desviación es un proceso interactivo por medio del cual una sociedad, o un grupo dentro de una sociedad, define cierta conducta como desviante, etiqueta como desviantes a las personas que practican esa conducta y luego las trata como parias o excluidos.
Los teóricos del etiquetado no niegan que algunas acciones (tales como la tortura o el crimen masivo) son inherentemente erróneas. Pero señala que tales acciones han sido consideradas normales y aun “buenas” en ciertas sociedades por siglos (durante la Inquisición española o en la Alemania nazi). Al observar nuestra sociedad, los teóricos del etiquetamiento tienden a concentrarse en conductas debatibles tales como la homosexualidad o el uso de marihuana.
¿Quién crea las reglas?
Antes de que una acción pueda ser etiquetada como desviante y quienes la cometen como infractores, debe haber una regla contra esto. Tales reglas no aparecen por sí mismas. Alguien debe llamar la atención pública hacia un problema que percibe y motivar que la gente sienta que tiene que hacerse algo acerca de ello lo más pronto posible. En otras palabras, la creación de reglas requiere de la acción social. Así sucede con su complimiento, probablemente no se hará que se cumplan las reglas a menos que alguien insista en ello.
Becker (1963) usa el término empresarios morales para describir a las personas (o grupos) que se ocupan de llamar la atención sobre las faltas para que éstas sean reconocidas y los infractores tratados como tales. Algunos ejemplos recientes son Greenpeace, la organización ambiental que ha hecho campañas para que se prohíban actividades que van desde dar muerte a crías de ballenas hasta las pruebas nucleares; Madres contra los Conductores Ebrios (MADD, Mothers against drunk driving), la cual tiene ahora cabildos por todo Estados Unidos;  Operación Rescate (Operation Rescue) y otros grupos que se oponen al aborto y  los  variados grupos que han luchado por leyes que prohíban el hábito de fumar en lugares públicos. Los medios masivos también juegan el papel de crear conciencia sobre un tema, así como  identificar y etiquetar a individuos o grupos como desviantes.
Las consecuencias del etiquetado
Los sociólogos distinguen entre desviación primaria o violación inicial de una regla social y  desviación secundaria o desviación que es causada por las reacciones de otras personas a la violación inicial (Lemert, 1951). Mucha gente rompe las reglas de tiempo en tiempo pero no piensan que son “desviantes”. Supongamos por ejemplo, un maestro de escuela a quien le gustan las películas pornográficas y que a veces renta videos que envuelven sadismo o pornografía infantil para verlos cuando su esposa no está en casa. Como guarda en secreto su gusto por la pornografía, no se ve nada malo en su conducta y piensa que otros hombres hacen lo mismo. Si nadie descubre o divulga su interés por la pornografía, su vida seguirá como de costumbre y su identidad de buen maestro y padre de familia permanecerán intactos. Sin embargo,  si su esposa descubre  su secreto, ella puede insistir en que él se someta a tratamiento psiquiátrico y lo amenazará con el divorcio si se rehúsa.  Si el negocio donde renta los videos es  intervenido y el nombre del maestro es publicado, podría perder su empleo. De pronto la gente lo verá desde otra perspectiva.
El empleo clásico de desviación secundaria es el de quien usa drogas (desviación primaria) y convierte esto en delito al mantener su hábito (desviación secundaria). La teoría del etiquetado sostiene que los delitos de los adictos no son resultado, por sí mismo, del uso de las drogas, sino la consecuencia de etiquetar, por parte de la sociedad, ciertas sustancias como drogas ilícitas, empujando a esas sustancias al mercado negro, de tal modo que se aumenta el costo de esas drogas. Como resultado, el adicto a las drogas puede volverse un traficante de drogas o puede cometer otros delitos (como el robo o la prostitución) para poder mantener su hábito.
Una etiqueta de desviado puede crear un estatus maestro: una condición del individuo que anula  todas las demás. Cuando la gente descubre que un individuo es adicto a las drogas, miembro de un culto religioso exótico, homosexual o cuando el individuo se comporta de un modo que provoca miedo o  la desaprobación de otras personas, la gente interpreta la conducta anterior del individuo, a la luz de su nueva identidad. Por ejemplo, alguien que se sabe  es homosexual y que le eche el brazo a otro, podría interpretarse como una “obvia” insinuación sexual (Kitsuse, 1964).
Erich Goode (1984) ha identificado seis elementos estereotipados del desviante (suposiciones que la gente tiene acerca de Las desviaciones y de los individuos a quienes consideran desviantes). El primero es el de la exageración: la gente convencional tiende a concentrarse en la forma extrema de una conducta desviante y asumir que ésta es típica de todos los individuos que encajan en esa categoría. Por ejemplo la imagen popular de los homosexuales se funda en el “afeminado”  y en la lesbiana  “super masculina”.
El  segundo elemento es la centralidad: la gente tiende a asumir que la desviación juega un papel central en la vida del individuo etiquetado, que consume la mayor parte de las horas activas y domina los pensamientos de esa persona. Por ejemplo, los padres se preocupan porque un maestro o consejero universitario homosexual  podría seducir a sus hijos, pero muchas veces no se preocupan por las seducciones heterosexuales que son mucho más comunes. 
El tercer elemento es la persistencia la gente convencional tiende a asumir que “el que es desviante una vez, es desviante siempre”. Por ejemplo, cuando oyen la descripción de un “ex adicto”, muchos se imaginan a una persona que  sometió a control de un modo temporal su deseo vehemente de consumir droga, pero que puede revertirse en cualquier momento.
El cuarto elemento es la dicotomía: la gente tiende a pensar sobre las desviaciones en términos de uno u otro. Una persona es homosexual o heterosexual, cuerdo o loco, drogadicto o no drogadicto. Los estereotipos populares de la desviación no admiten la posibilidad de que un individuo pueda alternar de una a otra,  entre la conducta convencional y la desviante o que ocupen un campo intermedio entre éstas.
El quinto elemento es la homogeneidad: la suposición de que todos los asaltantes, los apostadores compulsivos o todos las que abusan de las drogas son iguales en lo fundamental.
El sexto y último elemento es el agrupamiento: la gente tiende a asumir que la desviación es un “trato en paquete”. Rara vez se interpreta como un trato o actividad aislada, sino eslabonada a una serie de características que se relacionan. Por ejemplo, mucha gente asume que una persona sin hogar es enferma mental y/o que abusa del alcohol o las drogas,  que es desempleado y que no tiene familia. Tales suposiciones tienen el efecto de aislar o segregar a la  persona que ha sido etiquetada como “desviante”  de la sociedad “respetable”.
En estas condiciones Marsh Ray (1964) encontró que los usuarios de drogas desarrollaban una “identidad de adicto” en parte como resultado de sus experiencias entre no adictos, quienes tienden a considerarlos como degenerados, carentes de fuerza de voluntad, dispuestos a mentir, engañar, o robar a cualquiera para  “alimentar su vicio”. Aun cuando algunas personas que hayan dejado las drogas, deben tratar con el escepticismo de los no adictos que dudan de la posibilidad de la cura o la rehabilitación permanente.
Como lo señalo Erving Goffman: “una respuesta a este destino (de ser etiquetado desviante) es aceptarlo  (1961, p.30).  Un individuo que ha sido etiquetado así puede ser empujado dentro de una carrera desviante, es decir,  un estilo de vida que incluye la desviación habitual o permanente.  Y esto puede arrastrarlo  dentro de una subcultura desviante: un grupo que se distingue de otros miembros de la sociedad por sus normas  desviantes, valores y forma de vida. Esto completa el rompimiento con la “recta” sociedad convencional. Una usuaria de heroína le confió a Ray que no pensaba que era drogadicta hasta el día que se dio cuenta que todas sus amigas lo eran.
La auto segregación en una subcultura desviante es una reacción lógica, de protección a la humillación y al ostracismo. La ironía es que al evitar a la gente que es juzgada por haber cometido acciones desviantes, la sociedad convencional alimenta la desviación secundaria, el desarrollo de subculturas desviantes y la   comisión de carreras desviantes. La aplicación de una etiqueta de desviante puede llegar a ser una profecía de auto cumplimiento (Merton, 1968).
Esta secuencia de hechos, desde la desviación primaria hasta el etiquetado y la desviación secundaria, no es inevitable. En algunos casos las violaciones a las reglas no son detectadas o no son etiquetadas como desviantes. Aun si son, mucha gente rechaza con éxito la etiqueta “desviante” través de un proceso que Gresham Sykes y David Matza (1957) llamaron neutralización: ellos racionalizan (buscan excusas para) su conducta desviante en formas que por un lado alivian sus sentimientos de culpa y por otro desvían las expresiones de desaprobación de otras personas.
Sykes y Matza describen cinco técnicas principales de neutralización: 1) negación de responsabilidad (“no pude evitarlo”); 2) negación del daño (“yo no dañe a nadie realmente”);  3) negación de la víctima, si la hay (ellos dejaron que sucediera”); 4) condenación de los condenadores (“todos los policías son corruptos”) y 5) apelación a las lealtades más altas (“lo hice por mi amigo, no por mí mismo”).
Diana Scully y Joseph Marolla (1984) estudiaron cómo usaron la neutralización los violadores convictos. Encontraron que algunos de los hombres negaron que habían cometido una violación, justificando su conducta en la razón de que ella  los sedujo a ellos, que su ropa era provocativa, que cuando decía “no”, en realidad quería decir “si”, que ella se divertía o que ella no era una “buena” chica  y merecía lo que le sucedió. Aquellos que admitieron que habían violado  a su víctima se excusaron, generalmente sobre la razón de que estaban ebrios o usaron drogas y que se encontraban fuera de control o trastornados en lo emocional. Prácticamente todos los hombres condenaron la violación y rechazaron la etiqueta de “violadores” para ellos mismos.
Revisión de la teoría del etiquetado
La teoría del etiquetado retira la atención sobre los individuos que violan las reglas sociales y se concentra en la dinámica social de la desviación y en los procesos de definir la desviación y de etiquetar y excluir a los etiquetados como desviantes. Pero las firmezas de la teoría del etiquetado son también sus debilidades.
Primero, porque la teoría del etiquetado implica que la definición social de desviación es arbitraria. En su mayor parte, los teóricos del etiquetado se ha concentrado en “delitos sin víctimas” (Schur, 1965), es decir, en delitos que no dañan a nadie excepto (tal vez) a la persona que los comete. El uso ilegal de drogas, los juegos de azar ilegales, la prostitución  y las relaciones homosexuales voluntarias entre adultos, caen todos dentro de esta categoría. En tales casos, la etiqueta de “desviante” puede ser arbitraria, en el sentido de que unas gentes están imponiendo su definición de conducta normal  sobre otras. Pero otras acciones son vistas con claridad como desviantes por casi todos los individuos y sociedades.  Nosotros podemos, por costumbre, estar de acuerdo en que acciones tales como el robo de autos, arrebatar bolsos, los asesinatos al azar o los ataques terroristas en lugares públicos son equivocadas.
Segundo, porque la teoría del etiquetado deja sin explicar por qué la gente rompe las reglas sociales  en primer  lugar (desviación primaria).  Otras teorías de la desviación se dedican a este tema.
Teoría de la desviación
¿Por qué ciertos individuos practican conductas desviantes? ¿Por qué la desviación es más común en ciertas sociedades y épocas, y en algunas subculturas y categorías demográficas (hombres contra mujeres, jóvenes contra viejos) dentro de una sociedad que en otras? , ¿Es la desviación una parte inevitable de la vida social? ¿O es señal de fracturas o trastornos en el orden social?
Como se explica la desviación depende en parte de las preguntas que se hacen. En general, las teorías biológicas y psicológicas intentan contestar la pregunta de por qué ciertos individuos se ocupan en forma particulares de desviación;  las teorías sociológicas se dirigen a las circunstancias sociales que permiten y hasta promueven la desviación.
 Teorías biológicas y psicológicas
La idea de “criminal de nacimiento” alcanzó el punto más alto  el siglo XIX, después de la población “El origen de las especies”  de Charles Darwin, la cual coloca a los seres humanos en el reino animal y forma cuestiones acerca de las diferencias biológicas heredadas (Conklin, 1992). Los criminólogos de este periodo intentaron establecer relaciones entre la conducta criminal y la forma del cráneo de una persona, características faciales (especialmente cejas caídas, mentón sumido y orejas en punta) y el tipo del cuerpo. Conforme a una teoría los criminales eran una reversión a una etapa anterior de la evolución. En los comienzos del siglo xx  tales proposiciones fueron desacreditadas como no científicas y simplistas. Pero los adelantos recientes en la neurociencia y en la genética han conducido a un renovado interés en el papel de la biología en la conducta criminal (Fishbein, 1990).
Los investigadores contemporáneos no proponen una relación directa de causa y efecto entre la bioquímica o la fisiología y la conducta criminal. Más bien proponen que las deficiencias biológicas pueden hacer resaltar una cadena de negatividad. Mucho del interés actual se concentra en las disfunciones cerebrales y en los problemas de aprendizaje. Ya sea a causa de problemas genéticos heredados, de traumas o lesiones ambientales (tales como la intoxicación por plomo), un niño puede ser disléxico o hiperactivo y tener dificultad para aprender (“dislexia” se refiere a la dificultad para aprender a leer y escribir, a pesar de tener una inteligencia normal).  A  causa del pobre desempeño y/o  su conducta en la escuela, el niño puede ser puesto en una clase especial, ser estigmatizado y criticado por los padres y alejado de sus amigos. La autoestima del niño probablemente caerá de una manera dramática y  podría encontrar que las únicas intenciones sociales gratificantes son con otros niños “problema”.  Como resultado, el riesgo de una conducta delincuente y criminal se incrementa (Patterson, DeBaryshe y Ramsey, 1989); (véase también Eysenck y Gudjonsson, 1989).
Pero no todos los niños con trastornos de aprendizaje se desarrollan como delincuentes, ni todos los criminales de carrera tienen historias de problemas de aprendizaje.
Otros investigadores están interesados en la “mente criminal”: en los rasgos de la personalidad o patrones de pensamiento que distinguen a los criminales de los NO criminales. Por ejemplo un estudio de convictos encontró un “patrón de pensamiento culpable, irracional” (G.D. Walters, 1990; Walters y White, 1989). Los así llamados criminales de carrera se caracterizaban por:
Molificación: justificar sus actividades criminales en función de fuerzas externas más allá de su control.
Desconexión: una habilidad para cerrar la entrada a sentimientos de miedo y ansiedad que podrían disuadir el crimen.
Titulación: un sentimiento de que el mundo existe para su placer y provecho personal.
Orientación de la fuerza: una creencia de que todas las interacciones sociales enfrentan al fuerte contra el débil.
Sentimentalismo: un exceso de lástima por sí mismo y falta de interés por los demás.
Superoptimismo: una creencia en  su habilidad para evadirse con el mejor comportamiento.
Pereza cognoscitiva: fracaso al ejercitar pensamiento crítico o al considerar consecuencias a largo plazo.
Discontinuidad: una tendencia a ser distraído de los planes o intenciones por acontecimientos externos.
El problema con éste y muchos otros estudios de psicología criminal es que estuvo basado en prisioneros y no incluyó grupos de comparación de ciudadanos apegados a la ley o de infractores no detectados. De esta manera los investigadores no pueden decir qué tan comunes son estos rasgos cognoscitivos en la población en su conjunto. Además, parece inverosímil que todos los criminales - ladrones de causa, violadores, defraudadores - presenten los mismos patrones de pensamiento y los mismos rasgos de personalidad.
Desde el punto de vista de los sociólogos, la imperfección fundamental de las teorías biológica y psicológica de la desviación es que tienden a asumir que todas las causas de desviación se hallan dentro del individuo: en sus genes, química cerebral, mente y experiencias personales. Los sociólogos no niegan que tanto la biología como la psicología pueden jugar papel importante en la conducta criminal y desviante. Pero tampoco explican por qué el índice de desviación varía de un grupo a otro grupo, de una comunidad a otra comunidad, de una región a otra región o de un tiempo a otro tiempo. Los sociólogos se interesan principalmente en patrones generales, no en acciones individuales.
Desviación y anomia
Emile Durkheim, un pionero en la sociología de la desviación, relacionó la criminalidad a un comportamiento a un rompimiento en el orden social. Específicamente, Durkheim vio las altas tasas de desviación como resultado de la anomia una condición de “ausencias de normas” o pérdida de las reglas sociales aceptadas dentro de una sociedad. Cuando aparece la anomia, los derechos humanos están fuera de control:
De arriba abajo de la escala (social) la codicia se despierta sin saber dónde encontrar (el) último peldaño… Se origina una sed por las novedades, placeres desconocidos, sensaciones sin nombre. todos los cuales pierden su sabor una vez que se conocen.. La (gente) no puede formar un  cimiento sólido de felicidad (1895, p.256).
Durkheim atribuye la anomia al fracaso de las comunidades tradicionales pequeñas, enlazadas estrechamente y al surgimiento de las estructuras sociales modernas, urbanas, siempre cambiantes. Pensaba que había  demasiadas inconsistencias y ambigüedades en las sociedades modernas. En las sociedades tradicionales la gente “conoce  su lugar” en el orden social y espera vivir tanto como sus padres. Sus vidas son predecibles, saben qué esperar de los demás y qué esperan los demás de ellos. En periodo de cambio social las viejas reglas ya no aplican. La gente tiene que encontrar su propio camino. El futuro es impredecible. Sin claras leyes y reglas tradicionales, sostenía Durkheim, la gente pierde control y actúa según su antojo. La idea de que el crimen y la desviación son productos de la anomia, o ausencia de normas, dominó el pensamiento sociológico por muchos años.
Teoría del control
La teoría del control puede ser vista como un esfuerzo moderno por perfeccionar y extender la teoría de Durkheim. En el enunciado clásico de esta opinión, Travis Hirschi (1969) razonaba que es más probable que la desviación ocurra cuando la unión entre el individuo y la sociedad es débil o inexistente. En opinión de Hirschi, el apego y las aspiraciones son la clave del control social. Si a la gente no le preocupa las opiniones de los demás, son libres de romper las normas sociales.
Al principio Hirschi desarrolló sus teorías para explicar la delincuencia juvenil. Enfatizaba cuatro controles.
1.    El control más importante sobre la conducta  delincuente es el apego de los adolescentes a sus padres. Es obvio que los padres no pueden seguir a los adolescentes a todos lados, lo que cuenta es que están “presentes psicológicamente”. Los delincuentes tienen menos probabilidades que los no delincuentes de decir que sus padres saben dónde están la mayor parte del tiempo y de valorar la aprobación de sus padres.
2.    Una segunda fuente de control es la escuela. Los delincuentes tienen muchas más probabilidades que los adolescentes que acatan la ley de decir que les disgusta la escuela, que no hacen la tarea y que no les importa lo que los maestros piensen de ellos. En contraste, cuando los estudiantes quieren salir bien, la escuela actúa como una fuerza moral.
3.    Un tercer control es el grupo de pares. Hirschi sostiene que la juventud delincuente tiene menos lazos cercanos con amigos que sus pares no delincuentes. Otros investigadores han encontrado que la diferencia depende de las características de los pares con quienes se asocia un adolescente, no del tiempo que pasa con ellos. Algunos grupos pares alientan la conformidad con los objetivos y valores de las corrientes principales de la cultura, mientras otros toleran o aprueban la conducta antisocial.
4.    El cuarto control de la delincuencia, según Hirschi, es la aspiración a líneas convencionales de acción, en especial la educación y el trabajo. Cuando los jóvenes quieren llevar una “buena vida” y creen que la sociedad les dará la oportunidad para lograrlo, es más probable que terminen la preparatoria para no tener problemas. No quieren arriesgar su futuro por unos cuantos placeres ahora. La juventud delincuente, en contraste, tiene pocas esperanzas o planes para el futuro; viven el presente. Hirschi encontró que un pronosticador  de la conducta era la edad a la cual los jóvenes se iniciaban en tres actividades de adultos: fumar, tomar y buscar pareja. Mientras más pronto empezaban éstas, más débiles eran el apego y las aspiraciones de los jóvenes y más grande la oportunidad de llegar a involucrarse en la delincuencia.
Recientemente, Hirschi se ha concentrado en el control de sí mismo (Gottfredson y Hirschi, 1990): en la voluntad para diferir la gratificación  y en la perseverancia, cautela, paciencia, planeación y sensibilidad hacia los demás. Mantiene que el bajo o alto control de sí mismo es visible desde la primera infancia, que persiste por largos periodos y que se aplica a una amplia seria de situaciones, incluyendo desviación no criminal (tal como el abuso de las drogas y del alcohol, implicación en embarazos   sin matrimonio, confianza en el bienestar o enfermedad mental) así como actos criminales. Hirschi atribuye el bajo control de sí mismo a la socialización defectuosa. Ya sea por causa de las características del hijo, las cualidades de los padres, sus circunstancias sociales o la interacción de los tres, los padres que no están muy encariñados con el hijo dejan de supervisar su conducta, no notan la desviación y son inconsistentes al castigar acciones desviantes. El control inadecuado de los padres, dice Hirschi, conduce a un inadecuado control de sí mismo.
Aunque no niegan la importancia del control social, otros sociólogos no están de acuerdo en que el patrón fundamental se establece para siempre desde la infancia. Robert Sampson y John Laub (1990) sostienen que el vínculo social debe mantenerse por toda la vida.  En particular, el empleo estable y el compromiso con el matrimonio pueden invertir el desarrollo con respecto a la desviación e inhibir la conducta criminal o antisocial en la edad madura. A la inversa, el desempleo y la inestabilidad marital pueden debilitar los vínculos establecidos en la infancia. Estos lazos también pueden ser debilitadlos por el cambio histórico, como cuando una sociedad entra en un periodo de alto desempleo y altas tasas de divorcio. Igual que Hirschi, entonces, estos investigadores ven la desviación como un síntoma de controles sociales débiles.
La principal crítica a la teoría del control es que no trata de los movimientos para quebrantar la ley. El apego y las aspiraciones pueden explicar por qué la gente, especialmente la joven, se atiende a las reglas. Pero, ¿qué es lo que hace que la gente rompa la ley, aun sabiendo que hay consecuencias serias? Una segunda crítica es que la teoría del control asume que la relación entre los lazos sociales y la delincuencia es una calle de un solo sentido. No considera la posibilidad de influencias recíprocas o de que la delincuencia sea la causa, no la consecuencia, de los lazos débiles con los padres, maestros y pares (Conklin, 1992). En otras palabras, la conducta antisocial puede causar que otras personas rompan los lazos sociales con un individuo, no a la inversa.
Desviación y estructura social
Uno de los mayores desafíos de la teoría de la anomia de Durkheim (y por extensión, a la teoría del control) fue propuesto hace algunos años por el sociólogo estadounidense Robert Merton (1938, 1968).Durkheim describió las pasiones humanas como una fuerza poderosa e independiente, que debe ser  controlada socialmente. Por implicación, la teoría del control apoya  esta opinión. En contraste, Merton decía que nuestros deseos son “creados” por el sistema sociocultural.
Cada cultura tiene su propia noción en cuanto a los objetivos dignos de perseguirse en la vida. Además cada cultura prescribe medios legítimos de trabajo para conseguir esos objetivos. Los norteamericanos, por ejemplo, dan un alto valor al éxito material o a la riqueza. El “sueño americano” sostiene que el trabajo duro es la ruta legitima a la riqueza. Esta cultura enseña que todos y cada uno puede ganar en este juego; en la realidad, sin embargo, solo hay unos cuantos lugares premiados. La posibilidad de llegar a ser rico es de algún modo inexistente para la mayoría de los estadounidenses a causa de la posición en la estructura social. Una gran proporción de frascos es inevitable, es parte integral del sistema social. El fracaso es doblemente doloroso en un sistema como éste. Primero, porque los individuos fracasan para tener todo lo que puede comprar el dinero (no solo bienes y servicios, sino también una posición social más alta.)
Segundo, porque el individuo y no el sistema es culpado por el fracaso. Así como se admira al “hombre o mujer de éxito por su propio esfuerzo”, así se condena al fracasado, al que “no lo logró”.
Merton escribió cinco posibles respuestas a la  brecha entre los objetivos prescritos culturalmente y las oportunidades estructuradas socialmente. Los conformistas aceptan tanto los objetivos que su cultura sostiene como deseables y los medios aprobados socialmente para perseguirlos, ya sea que “pague” o no tal conducta. Muchas personas son conformistas en este sentido.
Los innovadores están determinados a lograr los objetivos convencionales pero están dispuestos a emplear medios no convencionales para conseguirlos (economizar esfuerzos), “jugar socio”, engañar, sobornar, robar o hacer cualquier cosa que sea necesaria para salir bien.
Los ritualistas  son lo contrario de los innovadores. Compulsivos respecto al seguimiento de las reglas, muchas veces pierden de vista los objetivos; cumplir con los medios se vuelve un fin en sí mismo. Aunque mucha gente considera a los ritualistas fastidiosos o excéntricos, en general no los considera desviantes.
Los retirados o retraídos, el cuarto tipo de Merton, han abandonado tanto los objetivos como los medios aceptados para lograrlos. Son desertores  de la sociedad, psicópatas, vagabundos, borrachines crónicos y drogadictos.
Los rebeldes rechazan los valores y las normas de su sociedad, sustituyéndolos por nuevos objetivos y nuevos medios para lograrlos. Los miembros del movimiento Hare Krishna, los Skinheads, y otros grupos no convencionales, son algunos ejemplos. Los innovadores, los retirados  y los rebeldes son los que con más probabilidad serán considerados como desviantes.
El punto clave de Merton era que la desviación es un producto del sistema social, no de anormalidad dentro del individuo. La gente recurre a la desviación cuando una cultura estimula los apetititos que no pueden ser satisfechos por los medios aprobados culturalmente.
Revisando las ideas de Merton algunos años después, Richard Cloward y Lloyd Ohlin (1960) propusieron una adición interesante. Merton se concentró en la disponibilidad de oportunidades legítimas como un factor en la desviación. Cloward y Ohlin presentaron preguntas acerca de la disponibilidad de oportunidades ilegitimas. Para violar las leyes contra el comercio interno en el mercado de acciones, por ejemplo, uno debe primero ser socio o persona informada y saber cómo funciona éste. Si el tráfico de drogas en una comunidad está controlado por un grupo étnico particular, los miembros de ese grupo étnico tendrán más oportunidades para conocer traficantes y observar las operaciones de drogas -y por lo tanto tendrán más probabilidad de ser invitados a participar - que los intrusos. El asunto es que, de acuerdo con Cloward y Ohlin, las oportunidades ilegitimas para prosperar pueden estar distribuidas en toda la sociedad en forma tan irregular como las oportunidades legitimas. Al menos una razón de que pocos hombres y mujeres de la clase media y de mediana edad se vuelven prestamistas o estafadores es que nunca tienen la oportunidad.
Transmisión cultural
Otro desafío a las teorías de la desviación y la anomia es la teoría de la transmisión cultural. Esta opinión se fundamenta en la observación de que algunas de las personas que la sociedad en general considera desviantes con desviantes son de hecho conformistas en su propio mundo social. La teoría de la trasmisión cultural ve de la desviación como resultado de la desviación como resultado de la socialización a una subcultura que aplaude las actitudes y la conducta que rechaza la cultura central.
El criminólogo Edwin Sutherland (1949/1983) perteneció a esta escuela. Sutherland razonó que en una sociedad  heterogénea como la de EUA  hay muchos grupos diferentes, cada uno con su propio arreglo de normas. Algunos dan un gran valor a  la habilidad para llevarse bien con otras personas, otros piden una respuesta violenta al reto más leve. Algunos premian el esfuerzo y el trabajo duro, otros abogan por la vida “fácil”.
Según Sutherland, los individuos se vuelven delincuentes o criminales a causa de la asociación diferencial, es decir, cuando están expuestos a normas y valores más pro criminales  que anti criminales por largos periodos o cuando se encuentran a sí mismos en situaciones que recompensan la conducta criminal. Sutherland creía que en la educación del delincuente, adquirir actitudes que justifican actividades criminales es tan importante como conocer las técnicas para cometer un crimen. Y nosotros adquirimos nuestras actitudes de aquellos con quienes nos asociamos. En este caso, Sutherland estaba en desacuerdo con la idea de que la conducta criminal es una expresión de “algo interior” que aparta a los desviantes de las demás personas. Para él todo era cuestión de exposición y asociaciones, el balance de las influencias “buenas” y “malas”.
El mayor defecto de la teoría d la asociación diferencial se Sutherland es que no explica por qué las subculturas desviantes emergen en primer lugar. La teoría del conflicto sugiere una explicación.
Teoría del conflicto
La perspectiva del conflicto en la desviación está arraigada en la obra de Carlos Marx. Aunque Marx no escribió de un modo extenso  sobre este tema, entendió que el crimen se debía a la división de las sociedades capitalistas en dos clases separadas y desiguales: los propietarios de los medios de producción y los trabajadores. Para simplificar un poco,  el pobre comete delitos para obtener bienes materiales que le han sido negados y para expresar su enojo y frustración; el rico comete crímenes para conservar lo que tiene o realzar su posición.
La teoría del conflicto desvía la atención de aquellos  que rompen la ley hacia aquellos que la elaboren. Como argumentó Richard Quinney, la ley criminal es “primero y principalmente un reflejo de los intereses y las ideologías de las clases gobernantes” (1976, p. 192), quienes en nuestra sociedad por casualidad son blancos, hombres, adultos y ricos. Para conservar sus privilegios, la clase gobernante tiende a criminalizar la conducta de los no blancos, los adolescentes, los pobres y algunas mujeres. Así, el crimen callejero (cometido por el pobre) tiende a ser penalizado de una manera más estricta que el crimen de cuello blanco o el corporativo (cometido por el rico); fumar marihuana (fumada en primer lugar por los jóvenes)  es delito, pero beber alcohol (disfrutado por los ricos, así como por la clase trabajadora) no lo es; las prostitutas (mujeres) son arrestadas mientras que sus clientes o “donjuanes” (hombres) son dejados en libertad. A causa de que hay más leyes que romper por parte de ellos, los miembros jóvenes del grupo minoritario tienden a estar super representados entre las filas de criminales (Hawkins, 1987).
Las cambiantes definiciones legales de la violación ilustra el rol del poder para definir lo que es y lo que no es criminal (Bourque, 1989; Schur, 1980). Hasta hace poco, en casos de violación, el descargo de pruebas pesaba sobre la víctima, preservando la dominación y los derechos de los hombres sobre los de las mujeres. Ciertas clases de mujeres (prostitutas, bebedoras, las que practican el auto-stop, divorciadas) no eran consideradas como victimas creíbles de violación; “ellas se lo buscaron” podría decir la gente. Era impensable que una mujer acusara a su esposo de violación; un esposo tenía el derecho legal a los servicios sexuales de su esposa (y aun lo tienen en algunos estados)
A mediados de los años 70 el movimiento de las mujeres adquirió la fuerza para redefinir la violación como un delito de violencia (no pasión) y para dar apoyo a las victimas al presentar sus acusaciones. Desde entonces, los juicios por violación se han vuelto más fáciles de seguir, la víctima es culpada con menos frecuencia y las actitudes del público   han cambiado (Caringella-McDonald, 1983: Hamlin, 1988). La definición de violencia ha sido extendida, por ejemplo, para incluir la violación durante una cita y violaciones similares entre personas conocidas más que entre extraños (Coller y Resick, 1987; Koss y cols, 1988). Antes, una mujer que iba al apartamento de un hombre o su dormitorio, o que contaba con mucha bebida (en casa), en verdad perdía su derecho a decir “no” a los deseos sexuales del  hombre. En la actualidad los hombres han perdido algunos de  sus derechos sobre la conducta sexual de las mujeres, y las cortes están menos dispuestas a creer que una mujer dijo “no” queriendo decir que “si”. Pero la mayoría de los expertos están de acuerdo en que solo un pequeño número de mujeres que fueron violadas durante una cita o por sus conocidos reportan el hecho, ya sea por temor  a ser estigmatizadas, por sentirse culpables, o porque quieren evitar ser señaladas en la prensa.
La lucha entre cómo se definirá la violación y como serán tratados tanto las victimas como los atacantes continua. En realidad, como lo señala Bumiller, cada juicio por violación es como una representación de moralidad que refuerza algunos conceptos de los roles sexuales o las fuentes de violación y mina otros (Bumiller, 1987).
El delito y el sistema de justicia.
Un delito es la violación es una norma que ha sido codificada en la ley y que está respaldada por el poder y la autoridad del estado. Aunque la desviación y el delito con frecuencia se traslapan no son sinónimos. No todos los delitos se consideran desviantes. Causar desorden, manejar a mayor velocidad del límite y engañar un poco en los impuestos, todo es ilegal. Pero muchos no consideran desviantes estos actos. Por el mismo motivo, no todos los actos considerados desviantes son delitos. Mucha gente consideraría desviante asistir a un funeral en “bermudas” o poseer un ciento de gatos en su casa, pero éstos no son delitos. La desviación, entonces, puede ser criminal o no criminal. La diferencia más significativa entre las dos es que la desviación criminal puede resultar en sanciones formales, oficiales, como el arresto y la prisión.
Además, la ley distingue entre dos amplias categorías de actividades ilegales. Violaciones a la ley civil (o agravios, del latín torquere, torcer): son actos de injusticia por los cuales la parte dañada puede tener derecho a indemnización, tales como la difamación, negligencia, allanamiento y cosas así. Las violaciones de la ley criminal son actos que el Estado ha declarado perjudiciales a la seguridad pública y a la moral: desde la violencia física, el robo y el vandalismo, hasta la traición y la prostitución. Los procedimientos legales para manejar estas dos categorías de perversidades son completamente diferentes. En los casos criminales, el Estado inicia la investigación policiaca y la acción de la corte. El descargo de pruebas corresponde al Estado y el acusado es presunto inocente hasta que se le pruebe culpable. En casos civiles los ciudadanos privados deben iniciar la acción de la corte presentada el proceso. El descargo de pruebas es por el demandado o persona que inició el caso, no por el Estado.

Tipos de delito
El delito puede ser dividido en cinco tipos fundamentales: 1) delitos violentos y en la propiedad (o delitos “comunes”) 2) crimen de “cuello blanco”; 3) crimen corporativo; 4) crimen organizado; 5) delitos sin víctimas.
Delito “común”
Los delitos violentos -homicidio, violación, robo y asalto- implican una confrontación  directa entre el criminal y la víctima. Los asaltos - con intento de robo y tratando de sofocar a una persona por el cuello, de costumbre en la calle o  en algún pasillo - son los delitos que los estadounidenses parecen temer mas (Flanagan y Maguire, 1992). Contrario al perpetrador de un “crimen pasional”, el asaltante es por lo general un extraño para la víctima. El ataque es súbito, impredecible e impersonal. Los delitos en la propiedad incluyen robo en domicilio (robo sin confrontación), raterías, robo en el auto y delitos “menores” tales como robar en un supermercado y robo de carteras. Como estos robos no confrontan a la víctima frente a frente, el ladrón puede sentir que no está implicando ningún daño “real” (aunque seguramente la victima siente de un modo distinto).
¿Quién comete estos delitos? Según el Reporte del Crimen Uniformizada - RCU (Uniform Crimen Report) del FBI  de arrestos en  1992, los delitos más violentos los delitos en la propiedad fueron cometidos por hombres jóvenes. La tasa de delitos para agresores negros y latinos es más alta que la de los blancos; es decir, el porcentaje de delitos que se sabe fueron cometidos por estos grupos excede su proporción en la población. (Los afroamericanos componen alrededor del 12% de la población, sin embargo, cuentan con más de un cuarto de todos los arrestos (Reiman, 1990). Sin embargo, en función de cantidades absolutas, la mayoría de los criminales son blancos,  la mayoría son también jóvenes o tal vez están por llegar a serlo.
Según el FBI la tasa de delitos violentos cometidos por jóvenes (de 10 a 17 años de edad) se incrementó en más de 25% en la última década (Departamento de Justicia de EUA; FBI, Crime in the United States, 1993). Sin embargo, muchos expertos creen que el número de jóvenes que cometen delitos en la actualidad ha disminuido. Lo que ha cambiado es que los delitos efectuados por jóvenes  se han vuelto más peligrosos (Elliot, comunicación personal, 1993). A causa de la fácil disponibilidad de armas de fuego más mortíferas, las lesiones graves y aun los asesinatos efectuados por adolescentes y jóvenes son mucho más comunes ahora que hace una década.
El estereotipo de quienes sufren los asaltos sostiene que las víctimas son blancos  y de clase media. No es así: hombres jóvenes de raza negra y latinos son de un modo más probable las víctimas de delitos violento y en la propiedad, seguidos por las mujeres. La  mayoría de los delincuentes no viaja muy lejos  de sus hogares para cometer robo con allanamiento de morada o asaltos. En la mayoría de los crímenes violentos el atacante y la víctima se conocen entre sí, a veces íntimamente. Uno de cada cinco asaltos graves reportados a la policía es cometido en el hogar y un gran porcentaje  de homicidios son efectuados por miembros de la familia (Departamento de Justicia de EUA;  A National Crime Victimization Survey Report: Criminal Victimization, 1991).
En algunos casos la víctima del delito común no es una persona sino una compañía. Lo que podríamos llamar ´´crimen del estilo de vida´´ está muy extendido, y es más costoso de lo que la gente se imagina. Por ejemplo:
- El copiado ilícito de películas y videocintas cuesta a la industria del cine de Estados Unidos alrededor de un mil millones de dólares anualmente (Pauly, 1987).
- El uso fraudulento de tarjetas de crédito cuesta un mil millones de dólares anualmente (Mc Caghy y Cernkovich, 1987, p. 311)
- El uso fraudulento de los cajeros automáticos le cuesta a los bancos entre 70 y 100 millones de dólares anuales (Tien, Rich y Cahn, 1986, p.v)
Los individuos que cometen tales delitos pueden racionalizar o (neutralizar) su conducta en razón  de que no están dañando a nadie en realidad, pero de hecho están robando al público. Los costos no son absorbidos simplemente por el banco o la compañía; más bien les  son trasladados a los consumidores. Casi todo lo que usted compra tiene un “impuesto” de crimen agregado.
Los delitos comunes son apenas algo de lo que se nota del total.
CRIMEN DEL CUELLO BLANCO
Si el FBI midiera el delito en función de los costos financieros, el retrato demográfico de los delincuentes  que afectan la propiedad cambiaría a hombre blanco de clase media y edad mediana. El año de1939 el sociólogo Edwin Sutherland introdujo el término  ´´crimen de cuello blanco” (White-collar crime) en su discurso presidencial a la Asociación Sociológica Estadounidense (American Sociological Association) (Brait – waite, 1985; Sutherland, 1949/1983, p. 7).
El crimen de cuello blanco se refiere a las violaciones de la ley  cometidas por personas de las clases media y media alta en el curso de sus negocios y de sus vidas sociales. Los delitos en esta categoría van desde robar clips para papeles y usar la maquina copiadora de la oficina por razones personales hasta estafas multimillonarias en dólares.
En contraste con los delincuentes callejeros, los infractores de cuello  blanco generalmente están trabajando al momento de cometer sus delitos. Algunos ocupan diversos directivos, técnicos o profesionales, y unos cuantos son propietarios de negocios o funcionarios corporativos, pero la mayoría son empleados de nivel más bajo. Es más probable que sean de raza blanca que los delincuentes callejeros. También cuentan con más edad que los delincuentes comunes (la edad promedio al momento de su convicción es de 40 años) (Weisburd, Chayet y Waring, 1990).
Mientras que los delincuentes comunes de la calle usan la fuerza bruta, los delincuentes de cuello blanco usan mentiras, falsificaciones y engaños para convencer a sus víctimas de deshacerse de su dinero o propiedades (Shapiro, 1990). Mientras que los delincuentes comunes rompen y entran, los delincuentes de cuello blanco usan ´´ tecnología social´´ (habilidades, encantos, redes) para convertirse en miembros de organizaciones que presentan oportunidades para el fraude. Los delitos usuales en este ambiente incluyen malversación de fondos (desfalco, cuentas de gastos abultadas, cobro de comisiones y propinas no autorizadas, inflar sus propios sueldos y bonos), conflicto de interés ( usan su puesto para beneficio personal, por ejemplo, invirtiendo fondos de pensiones en empresas en las cuales tienen un interés financiero) y corrupción (en efecto, venden o rentan su puesto al mejor postor, quien recibe entonces consideración especial en la forma de contratos corporativos, votos en el Congreso, etc.).
El costo acumulado de los crímenes de cuello blanco es enorme.  De acuerdo con un estimad los desfalcos y los robos de los empleados cuestan a los negocios estadounidenses 7 mil millones de dólares por año (Mc Caghy y Cernkovich, 1987,p. 317). Sin embargo, el costo del crimen de cuello blanco no puede ser calculado tan solo en dólares (E. Moore y Mills, 1990; Shapiro, 1990). Ya sean empleados asalariados o funcionarios públicos, los delincuentes de cuello blanco ocupan puestos de confianza: tienen autoridad para tomar decisiones y para manejar  y gastar el dinero de otros. El mal uso del activo o del poder es una violación de esa confianza y puede debilitar la fe del público en una economía libre y en sus líderes de negocios, en la democracia y los dirigentes políticos y en la moralidad pública en forma general.
Aunque es costoso y muy difundido, el crimen de cuello blanco no genera el interés público del delito callejero. La razón principal es que´´ los abusos de confianza son difíciles de detectar…, la victimización sutil, los delitos continuos, la culpabilidad difícil de asignar y las duras sanciones que se vuelcan sobre miembros inocentes´´ (Shapiro, 1990, p 359). Con frecuencia el delito no es descubierto, el delincuente puede no ser localizado y las victimas quizá no sepan que han sido robadas. Cuando son detectados, es más probable que los crímenes de cuello blanco se manejen de una manera privada (por el jefe de la persona o por una asociación profesional) que por la policía y las cortes. Aun cuando sean presentados a juicio y resultado convictos, es más probable que los delincuentes de cuello blanco sean multados y sus sentencias suspendidas a que sean llevados a la prisión. Aunque es común que reincidan, los delincuentes de cuello blanco en apariencia son vistos como menos amenazantes por la policía, los jueces y los jurados. (Weisburd, Chayet y Waring, 1990). Como resultado, el delincuente de cuello blanco puede evitar ser etiquetado públicamente como estafador, criminal y ladrón.

CRIMEN CORPORATIVO
Las corporaciones también pueden ser culpables de delitos: publicidad falsa, arreglar o fijar precios, violación de normas de seguridad para los empleados o los consumidores, infringir derechos de autor,  mentir en las etiquetas de alimentos y medicamentos, por mencionar unas cuantas violaciones (Eitzen y Baca Zinn, 1992). Mientras que el crimen de cuello blanco consiste en delitos contra la corporación, el crimen corporativo consiste en delitos cometidos por la corporación, a nombre de la corporación. Mientras que es usual que el crimen de cuello blanco consista en actos individuales, el delito corporativo es el resultado de la acción colectiva.
En los últimos años grandes corporaciones han sido encontradas culpables de:
-          Vender productos que sabían que estaban defectuosos y eran peligrosos: tales como el Ford Pinto y el protector Dalkon, un instrumento anticonceptivo intrauterino  que dañó a  decenas de miles de mujeres (Hausknecht,1987)
-          Contaminar el ambiente: un caso notable fue la fuga de gas de la planta de Unión Carbide en Bohpal, India, la cual mató entre 2000 y  5000 personas y dañó gravemente a otras decenas de miles; de una manera más silenciosa, la contaminación del agua por Adolph Coors Co, fabricante de cerveza ( Newcomer,1990).
-          Discriminación en el empleo y la promoción de personal; AT&T, General Motors, Libby Owens-Ford.
-          Negligencia: más de 800 violaciones a la salud y a la seguridad, incluyendo exposición deliberada al plomo y al arsénico por  General Motors.
-          Soborno: especialmente a gobiernos extranjeros: Exxon, Gulf Oil, Ashland Oil, Mobil Oil, Northrop, Lockheed, United Brands y otros.
Los costos humanos y financieros de tales acciones exceden en mucho a los de otros tipos de crímenes. Pero igual que con el crimen de cuello blanco, la sociedad ha sido indulgente con las empresas.
Muchos crímenes corporativos son manejados por agencias reguladoras, no por las cortes. Los estudios a estas agencias (por ejemplo, A.J Reiss, 1983, 1984) muestran que los funcionarios vieron como su objetivo lograr el acatamiento de las regulaciones, no el de identificar a los delincuentes; además, estos funcionarios creyeron tener mejores resultados tratando  con las empresas a través de la negociación, amenazas de publicidad negativa, engaños y otras sanciones informales. La corporación podría salir bien liberada con un “decreto de consentimiento”, mediante  el cual aceptaba terminar las violaciones pero no admitía ni negaba los alegatos (Mokhiber, 1988). De este modo, la empresa evita la exposición  pública en jurado abierto, así como responsabilidades con las víctimas.
Muchas violaciones corporativas están definidas legalmente como agravios, no como delitos. Además, es usual que se señale como responsable a la corporación, no a la gente que tomó las decisiones o realizó actividades ilegales. Si los individuos llegan a enfermar por causa de exposición a sustancias tóxicas, por ejemplo, deben presentar sus propios casos a la corte, demandar por daños al fabricante y/o al acarreador de desechos. La corte civil no envía las partes culpables a la cárcel, sino que adjudica una indemnización. En un juicio civil las víctimas no pueden llamar a la policía  u otras agencias públicas para ayudar en la investigación. Los afectados (y en muchos casos sus abogados) deben sufragar los costos de la investigación y los procedimientos de la corte, con la esperanza de que ésta ordenará su reembolso. Las grandes corporaciones pueden permitirse alargar por años las batallas legales, con frecuencia las víctimas no pueden.
El caso de Manville Corporation y la exposición al asbesto (Calhoun y Hiller, 1988) ilustra estas complejidades. Durante un periodo de 30 años, cuando Manville y otros fabricantes de asbesto sabían que estaban vendiendo un producto dañino, miles de personas murieron de enfermedades relacionadas con el asbesto. Tomó décadas de batallas en la corte (y millones de dólares en gastos de la corte) para que las víctimas o sus herederos recibieran una indemnización. Nadie ha  ido a prisión por estas muertes. Manville intentó reducir su responsabilidad declarándose en quiebra. Finalmente, en un cambio de rumbo, la mayor parte de las acciones de la corporación fue puesta en un fideicomiso para proporcionar indemnización a las víctimas.
El caso Manville fue una excepción. En la mayoría de los casos las multas son tan pequeñas que no son más que la compensación por las ganancias del delito, y son simplemente canceladas como parte del ´´costo de negociar´´. (En verdad, ¡en algunos casos del juicio y las multas pueden ser deducibles de impuestos!). Sin embargo, existen pruebas de que el público  que está siendo menos tolerable con el crimen corporativo y la publicidad funesta –desde los grupos activistas de consumidores, reporteros investigadores o estudios del gobierno- puede actuar como un disuasivo ( Mokhiber,1988).
Por lo pronto, el escándalo de los ahorros y los préstamos expuso un nuevo tipo de crimen (véase En torno al tema: el escándalo de los ahorros y los prestamos: ¿un nuevo tipo de delito?)
EL ESCÁNDALO DE LOS AHORROS Y LOS PRÉSTAMOS: ¿UN NUEVO TIPO DE DELITO
El colapso de los ahorros y los préstamos puede venir a ser la peor catástrofe financiera de los Estados Unidos. En el año de 1991, unas 450 instituciones de ahorro y préstamos (S&L, Savings and Loans Institutions) se declararon insolventes y más de 11 mil casos fueron remitidos al Departamento de Justicia para su posible procesamiento judicial (Calavita y Pontell, 1991, p 98). Las estimaciones son que en  un periodo de 10 años, 250 mil millones de dólares fueron robados o malgastados por estas instituciones. Esto en parte equivaldría a mil dólares por cada hombre, mujer o niño que vive en Estados Unidos y se aproxima al costo de la guerra de Vietnam (Waldman y Thomas, 1990). ¿Cómo sucedió esto?, ¿Por qué sucedió esto?
Las instituciones de ahorro y préstamos, fueron creadas para asegurar que todos los estadounidenses pudieran comprar su propia casa. Bajo las leyes federales,  las S&L estaban limitadas a ofrecer amortizaciones a bajo costo y a largo plazo a compradores individuales de casa y a llevar cuentas de ahorro  de bajo interés de depositantes individuales. En la industria bancaria se conocieron como ´´ las económicas ´´: sección de oportunidades de la industria financiera.
En los años setenta, a medida que la inflación y las tasas de interés empezaron a escalar, las S&L entraron en una rápida caída: los ahorradores transfirieron su dinero a inversiones de más alto rendimiento, tales como los fondos para el mercado de dinero. El gobierno decidió que el camino para salvar las S&L era liberándolas del yugo de las ´“regulaciones excesivas´´. En 1980 y otra vez en 1982 aprobó la legislación que dejaba sin efecto las restricciones anteriores en la conveniencia de que las S&L pudieran pagar a sus ahorradores, extendió sus inversiones más allá de la amortización de casas en áreas como préstamos  para consumidores y para negocios y empresas de bienes raíces  e incrementó el seguro de ahorro  ofrecido por la Corporación Federal de Seguros del Ahorro y Préstamos ( FSLIC, Federal Savings and Loan Insurance Corporation) de 40 000 a 100 000 dólares por cuenta, a un número ilimitado de cuentas por cada ahorrador.
Estas condiciones, dicen las sociólogas Kitty Calavita y  Henry Pontell (1991), crearon las oportunidades para un nuevo tipo de delito. El desfalco colectivo se refiere a la extracción de fondos por altos directivos de las compañías que manejan para beneficio personal. El desfalco colectivo se refiere a la extracción de fondos por altos directivos de las compañías que manejan para beneficio personal. El desfalco colectivo es un híbrido del crimen  de cuello blanco  y del corporativo, en el cual la dirección se vale de la organización para saquear a la misma. Es un ´”delito por la corporación contra la corporación´´  (p.99). En los delitos ordinarios de “cuello blanco”, el desfalcador es un individuo oportunista que aparta dinero  de fondos que pasan por sus manos, eludiendo la detección  de los funcionarios de la corporación. En el desfalco colectivo los funcionarios y los desfalcadores son los mismos. Saquear a la corporación es política de la compañía y compromete redes de altos funcionarios tanto dentro como fuera de la organización. Implica tanto el robo directo (como usar los fondos de las instituciones para lujos personales, sueldos abultados y presentar reclamos falsos de gastos o de tiempo extra) y la mala administración (como traslados falsos y préstamos riesgosos para incrementar la cantidad de dinero de la cual pueden robar los desfalcadores colectivos).
Este nuevo tipo de delito refleja los cambios en la economía. Al final del siglo XX la economía de los Estados Unidos empezó a cambiar de una que se centraba en la manufactura a una que se centra en las transacciones financieras. Bajo las finanzas del capitalismo las ganancias se obtienen a través de la circulación del dinero y de inversiones especulativas, no solo a través de  la producción de bienes y los principales  “medios de producción ´´ son corporaciones que ocupan el poder, empresas de bienes raíces, comercio de dinero, comercios futuros y cosas por el estilo. Hasta cierto grado una economía de finanzas es una ´´economía de pompas de jabón ´´, que se funda en dinero ficticio. Lo que los consumidores obtienen por su dinero es una ´´promesa´´ de algún servicio futuro o dividendo (tal como el interés en una cuenta de ahorro o un pago de seguro). Los directores de las instituciones de ahorro y préstamo, las compañías de seguros, corredores de bienes y otras instituciones financieras en realidad no “producen” nada. Más bien manejan el dinero de otras personas. Una economía de finanzas crea nuevas  estructuras de oportunidad para el fraude y para el robo.
Si la economía de finanzas hizo posible el desfalco colectivo, la combinación de desregulación y el seguro del ahorro en las instituciones de ahorro y préstamo lo posibilitaron de igual manera. En adición a las regulaciones liberadoras de las S&L, la administración Reagan recortó los fondos para reguladores y promovió la reducción del número de inspecciones e investigaciones. Por consiguiente el riesgo de que los desfalcadores colectivos fueran sorprendidos en tratos sospechosos era poco. A la vez, los incrementos en los seguros de FSLIC reducían los riesgos de los inversionistas. Antes que emprender negocios con las instituciones más fuertes, los inversionistas podían arrebatar las más altas tasas de interés, sabiendo que el gobierno garantizaba su depósito. Con frecuencia las S&L ofrecían los mejores convenios, causaron una “estampida a las económicas más débiles financieramente y peor manejadas´´, dando a los desfalcadores colectivos miles de millones de dólares  para hacer el juego (Christian Science Monitor, 2 de mayo, 1990, p18). Cuando el problema llegó a la atención pública, era demasiado tarde para impedir una crisis. En 1986, la misma FSLIC se declaró en bancarrota.
En resumen, la crisis del ahorro y del préstamo nació de una combinación de nuevas oportunidades  y controles no estrictos en una ´´economía de casino´´ sin control, en la cual las ganancias a corto plazo tuvieron más valor que las inversiones a largo plazo. Así, una nueva forma de desviación delictuosa había nacido.
EL CRIMEN ORGANIZADO
El estudio de los crímenes de cuello blanco y corporativo concierne a las actividades de individuos y de organizaciones ocupados en lo fundamental  en negocios legítimos. El estudio del crimen organizado trata con organizaciones que existen principalmente para proporcionar y obtener provecho  de bienes y servicios ilegales.
Los grupos del crimen organizado se especializan de una manera particular en tres tipos de actividades. La primera y más obvia es la venta de artículos y servicios prohibidos. Las drogas y la prostitución son ejemplos familiares. La prostitución viola las reglas de la sociedad ´´respetable´´, pero proporciona un servicio que quiere mucha gente (incluyendo ciudadanos ´´respetables´´). En este caso, el crimen organizado se aprovecha de la ambivalencia moral de la sociedad.
Segundo, el crimen organizado proporciona bienes y servicios en las formas y lugares donde los negocios legítimos no funcionarían. La usura o concesión de préstamos a tasas de interés exorbitantes a individuos o negocios que no pueden obtener créditos por los canales convencionales, es un ejemplo. El contrabando de cigarros con bajo impuesto de los estados del sur a los estados del norte con alto impuesto para éstos o las armas automáticas de los estados donde su venta es legal a los estados en que no lo es, son otros ejemplos.
La tercera área donde negocia el crimen organizado – tal vez la mayoría de sus negocios- es la de bienes y servicios legales que proporciona por medios ilegales. Los grupos del crimen controlan la recolección de basura o el servicio de taxis o limosinas en muchas ciudades usando la intimidación para eliminar a los competidores. Algunos  utilizan también negocios legítimos para ´´lavar´´ (es decir, disfrazar el origen de) las ganancias de las actividades ilegales.
El término “crimen organizado” evoca imágenes de las mafias italianas de los años treinta retratadas en incontables libros y películas. Pero no hay nada intrínsecamente italiano en el crimen organizado.  Existe   en alguna forma por todo el mundo (R. Kelly, 1984).. En Estados Unidos algunos  miembros de casi cada nueva ola de inmigrantes han estado involucrados en el crimen organizado por algún tiempo. La gente negra se compromete en el crimen organizado cuando se encuentran ellos mismos concentrados en ghettos urbanos y bloqueados en las carreras profesionales (Ianni, 1974; Abadinsky, 1981). . Por supuesto que la gran mayoría de inmigrantes de Europa, Asia, Latinoamérica y los afroamericanos intentan salir de la pobreza por medio de actividades legales, muchas veces aceptando los trabajos más inferiores de modo que sus hijos puedan tener vidas mejores. Pero el modelo de ´´sucesión étnica´´ sugiere que el crimen organizado es, en parte, un producto de los arreglos sociales que crean un mercado de bienes ilegales altamente riesgosos, pero del mismo modo provechosos por un lado y de los arreglos sociales que limitan las oportunidades de algunos grupos para ocuparse en negocios legítimos por el otro (Block y Chamblis, 1981).
 La investigación exitosa y la persecución del crimen organizado es un proceso intensivo de información a largo plazo. Mientras que puede ser relativamente fácil capturar y llevar a prisión a ´´los peces pequeños´´, las figuras principales con frecuencia evaden la ley. La magnitud de la empresa y el estricto control sobre la información protege a los jefes, mientras que los intermediarios hacen mucho del ´´trabajo sucio´´ en el frente. Cuando los jefes van a prisión, por lo general, es por una infracción menos grave, tal como evasión de impuestos (Edelhertz, Cole y Berk, 1984). . En este aspecto el crimen organizado es igual a los de cuello blanco y  corporativo.
DELITOS SIN VÍCTIMA
Edwin Schur (1965) acuño la categoría delitos sin victima para describir actividades que han sido declaradas ilegales porque ofenden la moral pública, no porque causen daño directo a alguien. La prostitución, más la pornografía, actos sexuales ilegales entre adultos anuentes, la venta y el uso de drogas ilegales, la embriaguez en la vía pública y el juego ilegal, todo cae dentro de esta categoría. Estos actos son considerados delitos por que algunos segmentos de la población ven tales conductas como inmorales, indecentes y peligrosas para la salud pública y el orden social. (No hay una razón intrínseca por la que los cigarros y el alcohol deban ser legales y la marihuana y la heroína ilegales, por ejemplo. Todos son peligrosos para la salud  y son formadores potenciales de adicción). Estos delitos existen también porque otros segmentos de la población no consideran desviantes estas actividades, creen que el gobierno no tiene derecho para regular su conducta privada y/o  encuentran la desviación ocasional o limitada. En realidad, tales actividades si tienen víctimas. El usuario de la heroína es una víctima de su adicción; cualquiera puede ser víctima de un conductor ebrio. Pero el usuario de heroína que no incurre en el crimen y el bebedor que no maneja, ni toma la embriaguez como excusa para la violencia, no hieren a nadie más que a ellos mismos.
Un problema de los delitos sin víctimas es que crean oportunidades para otros tipos de crímenes. Las leyes  contra la conducta personal abren las puertas para el crimen organizado, como lo demostró en 1920 y 1933 la ley seca en Estados Unidos. Además, la coacción selectiva puede invitar a la violación de las libertades civiles por parte de la policía. EL FBI, por ejemplo, ha usado pruebas de homosexualidad o algún problema de drogas para chantajear a la gente convirtiéndolas en informadores. Por estas razones, algunos expertos y elaboradores de políticas creen que la mejor manera de enfrentar los problemas con drogas, prostitución, juegos y otros ´´delitos sin víctimas´´ seria despenalizándolos.
EL DELITO EN ESTADOS UNIDOS
En casi cualquier aspecto que se mida, Estados Unidos es una de las naciones más violentas del mundo. Según estadísticas del FBI, en 1992 se cometía un homicidio cada 22 minutos, una violación cada cinco minutos, un asalto cada 28 segundos. Alrededor  de 6 o 7 de cada 1000 estadounidenses fueron víctimas de crímenes violentos; cinco de cada 100, víctimas de delitos en la propiedad.
¿Por qué son tan altas en Estados Unidos las tasas criminales, en particular las de crímenes violentos? Para contestar esta arrejunta la socióloga Rosemary Gartner (1990) condujo un estudio transcultural. Gartner analizo datos de 18 naciones durante un periodo de 30 años. Encontró que cuatro variables estructurales sociales se asociaban a las tasas más altas de homicidios. Éstas incluían:
1-    Tensión económica: medida en función de la inadecuada o desigual distribución del ingreso.
2-    Desintegración social: medida en función de las tasas de divorcios y de la diversidad cultural, las cuales pueden debilitar los lazos del grupo y conducen a la fricción intergrupal.
3-    La demografía: el porcentaje de adolescentes y jóvenes en la población (los grupos de edades con las tasas criminales más altas) y el porcentaje de familias con mujeres que trabajan.
4-    El contexto cultural: de una manera específica, la existencia de violencia aprobada oficialmente, tal como la guerra reciente  o las ejecuciones por parte del Estado.

Todas estas variables son encontradas en Estados Unidos: una gran brecha entre los ricos y los pobres, diversidad cultural, grandes cantidades de gente joven desempleada y no supervisada o vigilada y una cultura que es permisiva de la violencia.
Para entender si el crimen en Estados Unidos está aumentando o disminuyendo, primero debemos interpretar las estadísticas criminales. El Reporte del Crimen Uniformizado –RCU (Uniform Crime Report) del FBI incluye dos arreglos de datos. Para delitos del ´´Tipo I´´(homicidios, asaltos con agravantes, violación violenta, robos, robos en domicilios, raterías y robos en los automóviles), el FBI  registra todos los delitos reportados a/o descubiertos por la policía, así como los datos de la cantidad de arrestos realizados, la cantidad de casos enviados a juicio y las características de los arrestados y declarados convictos. Nótese que solo están incluidos aquellos delitos conocidos por la policía. Si un delito no es reportado (porque la victima conoce el agresor, teme a las represalias, teme a la policía o simplemente ya no quiere ser molestada), éste no aparece en los informes del FBI. Para los delitos de tipo II (crímenes de cuello blanco y delitos  sin víctimas), el FBI registra solo el número de arrestos. Además, aquellos crímenes de cuello blanco manejados como casos civiles, no criminales, no están incluidos.
Adicionalmente al registro de la cantidad de delitos, el FBI calcula la tasa de éstos en función de los que se cometen por cada 100 000 habitantes. La distinción entre la cantidad absoluta de delitos y la tasa de delitos es una muy importante. Supongamos que la tasa para Middletown en 1990 era 5.95. Si Middletown tiene una población de 100.000, quiere decir que se cometieron alrededor de seis delitos violentos ese año. Sin embargo, si la población es de dos millones, una tasa de 5.95 significa que se cometieron 120 delitos violentos.
A causa de que muchos estudios indicaron que un gran número de delitos no se reportaron a la policía, el Departamento de Justicia emprendió en 1973 la Encuesta Nacional de Victimización del Crimen- ENVC (National Crime Victimization Survey). Este informe anual incluye datos sobre la victimización de una muestra representativa  de cerca de 60 000 familias estadounidenses. A los encuestados se les pregunto acerca de seis delitos: asalto, violación forzada, robo, robo en domicilio, ratería y robo de autos. (El homicidio y los robos a los negocios no están incluidos.) Según esta encuesta, 21 millones de delitos fueron reportados a la policía en 1990.
La diferencia entre los datos del RCU y la ENVC no significa necesariamente que uno es mejor o más exacto que el otro. Mejor dicho, miden diferente cosas (Steffensmeier y Harer, 1991). Por ejemplo, en el RCU cada ´´ incidente de delito´´ es registrado una vez, en función del delito más grave cometido; en las ENVC, cuando se cometen varios delitos juntos, todos son reportados. Los encuestados en la ENVC, cuando s acometen varios delitos juntos, todos son reportados. Los encuestados en la ENVC muchas veces reportan un número sustancial de delitos triviales que no se molestaron en reportar a la policía. El RCU es mejor visto como una medida de delitos graves; la ENVC, como una  medida de delitos grandes y pequeños.
Los datos disponibles muestran que la tasa total de delitos en Estados Unidos aumentó en forma constante a lo largo de los años 60 y 70, alcanzo un pico en 1981 y luego empezó a declinar. Las ENVC registraron 18% menos delitos en los hogares, y 8% menos delitos violentos en 1990 que en 1981. Los datos RCU por lo general apoyan este modelo de Blumstein, Cohen Y Rosenfeld, 1991). Muchos criminólogos (por ejemplo, Steffensmeier y Harer, 1991) creen que esta declinación se debe al envejecimiento de la población de Estados Unidos: a medida que la gran generación del auge de bebés entra en edad mediana, la proporción de estadounidenses en edad de propensión al delito (adolescentes y adultos jóvenes) está disminuyendo.
Aunque la tasa de delitos está declinado, muchos están de acuerdo en que los niveles de violencia y robos en esta sociedad inaceptablemente altos ¿qué puede hacerse para controlar el delito?
¿JUSTICIA IGUAL PARA TODOS?
El sistema de justicia criminal puede ser visto como un embudo o un filtro. Por una  variedad de razones- algunas prácticas, otras políticas y unas más sociales- sólo una menuda fracción de los delitos cometidos realmente son castigados. En general, es más probable que los pobres, los miembros de grupos minoritarios y los jóvenes sean sujetos a las sanciones formales que los hombres y mujeres acomodadas, blancos, de edad mediana y de más edad.
El proceso de selección comienza en los ciudadanos ordinarios. Como se anota antes, solamente cerca de la mitad de los delitos cometidos se reportan en cualquier tiempo a las autoridades. El proceso de selección continúa con la policía.
LA POLICÍA
La policía se ve comprometida en el control social cuando atestiguan un delito, cuando descubren un delito en el curso de la investigación de otro o cuando un ciudadano privado presenta una queja. En teoría, la policía es responsable de investigar todos los delito que llegan para su atención  y de arrestar e interrogar a los sospechosos. En la práctica son selectivos acerca de qué delitos investigan, a quién arrestarán y qué testimonio darán en la corte. En algunos casos, la policía no sigue una investigación porque no considera serias las acusaciones. En otros casos se emprende una investigación  que no conduce a nada. La mayoría de los delitos no son resueltos por medio de los detectives, sino porque la víctima es capaz de identificar al agresor o porque se presentaron los testigos. De todos los delitos que se han comentado, sólo una parte son reportados a la policía, normalmente los delitos violentos más que los delitos en la propiedad terminan en arrestos.
En los últimos años los cargos por discriminación racial y por la brutalidad de la policía  hacia las minorías han aumentado. Los motines de 1992 en Los Ángeles y otras ciudades fueron provocados por la absolución de cuatro agentes de policía blancos acusados de apalear brutalmente a un automovilista negro (RIdney King). ¿Son justificados estos cargos?
Las pruebas son contradictorias. En un estudio clásico de la discreción de la policía unos observadores montaron en carros patrulla en Boston, Chicago y Washington, D.C (Black y Reiss, 1970; Black, 1980). Encontraron que era mucho más probable que la policía arrestara a muchachos negros que a blancos y que era mucho más probable que aquéllos fueran interceptados e interrogados acerca de delitos graves. La mayoría de las quejas acerca de los muchachos negros provenían de adultos negros de la comunidad, quienes con más probabilidad que los adultos blancos, exigirían que la policía hiciera un arresto. Una investigación más reciente ha encontrado que la gente negra y los latinos están en  desventaja en varios puntos del proceso judicial (Bishop y Frazier, 1987; Humphrey y Fogarty, 1987;  Mieth y Moore, 1986;  Zatz, 1984), pero este modelo no es uniforme ni está siempre presente. Más bien parece depender de factores tales como el lugar del delito (el ghetto o los suburbios) y la composición  social de la comunidad (étnica o racialmente mezclada u homogénea) (Frazier, Bishop y Henretta, 1992). Es más probable que los afroamericanos y otras minorías estén en desventaja cuando la víctima o las víctimas identificadas de un crimen son blancas, cuando el crimen ocurre en los suburbios y en comunidades donde predominan los blancos.
LAS CORTES
Las cortes se involucran en el control social cuando la policía hace un arresto. Las cortes son responsables de hacer los cargos a los sospechosos, presentarlos a juicio y determinar las sentencias para aquellos que resultan convictos. Sin embargo, sólo una fracción de los sospechosos arrestados son presentados a juicio.
Como representante del Estado, el fiscal es quien decide si enjuicia un caso y qué cargos perseguir. En algunos casos los cargos son retirados porque el fiscal cree que la prueba es insuficiente. En otros el acusado renuncia al derecho a un juicio y conviene en confesarse culpable de un cargo menor  o la promesa de indulgencia, esto se conoce como negociación. Los estimados son  que el 90%  de las condenas judiciales en estas cortes son resultado de alegatos  (Boland y Brady, 1985). Dada la sobrecarga de casos en este sistema judicial la negociación viene a ser una necesidad práctica. Pero ello mina la presunción de inocencia garantizada por la Constitución de EUA. Los casos que con más probabilidad van a juicio son aquellos que han Atraído la atención pública y los que el fiscal espera ganar. Muchos fiscales son funcionarios electos que pueden ver sus cargos en la corte como una forma de promover sus carreras políticas. Como resultado, muchos prefieren no arriesgarse a perder un caso en público.
El proceso de selección continúa en el tribunal. Las cortes de EUA operan como un sistema de adversarios, en el cual el Estado y el acusado se traban en un debate público ante un juez o jurado imparcial (Eitzen y Baca Zinn, 1992). Para que este sistema sea justo, los dos adversarios tendrían que ser iguales en habilidades y recursos. Pero es obvio que el Estado tiene más recursos que el acusado, particularmente si el acusado es pobre y debe aceptar un abogado defensor de oficio y permanecer en la cárcel mientras se inicia el juicio. No sorprende que alrededor de nueve de cada diez acusados en juicios criminales sean encontrados culpables (Eitzen y Baca Zinn, 1992, p. 506).
LAS PRISIONES
Como agentes de control social las prisiones oficiales están encargadas de una serie de responsabilidades, que incluyen la protección del público al mantener a los delincuentes tras las rejas, mantener el orden dentro de las prisiones  y proteger a los convictos unos de otros. Originalmente las prisiones se planearon para exigir una pena justa, para que los presos fueran castigados con la pérdida de su libertad y autonomía, con la separación de su familia y amigos, con celibato involuntario y con la suspensión de otros derechos. En años recientes también se ha acudido a las prisiones para rehabilitar o reformar a los presos proporcionándoles educación, capacitación para el trabajo, terapia y otros tipos de resocialización.
Cualquier día millones de estadounidenses son confinados a las prisiones, cárceles o centros de detención. Quizá la mitad de todas estas personas no ha sido convicta de crímenes. Cuatro de cada cinco de aquellos que esperan juicio son elegibles para fianza pero no han sido capaces de reunir el dinero. Así, la población de las prisiones es en parte el resultado de la selección económica.
UNA EVALUACION DEL SISTEMA DE JUSTICIA
¿Funciona realmente el sistema de justicia de EUA? La respuesta depende en parte de lo que se desea que haga el sistema.
LA CUESTIÓN DE LA DISUASIÓN
La disuasión se refiere a usar las sanciones del estado para inhibir o reducir la actividad criminal. Disuasión específica significa, usar castigos para convencer a individuos específicos de no cometer el mismo delito o delitos otra vez; disuasión general significa reducir los deseos de cometer delitos por las personas en general, penalizando a ciertos agresores. En uno u otro caso la razón fundamental para el arresto y la prisión es prevenir delitos futuros, no para exigir venganza o ´´pago´´ por delitos pasados. (Véase el artículo: disuadiendo la delincuencia juvenil: ¿jóvenes ´´rectos por miedo´´ o siempre rectos?).
El modelo de disuasión de la justicia criminal descansa en la aceptación de que los seres humanos son criaturas racionales, quienes se detienen antes de  actuar a calcular los costos y los beneficios relativos a un cierto proceder. Esto  puede ser real para los delitos ´´instrumentales´´ como robo a domicilios o el desfalco. Existen pruebas (Klepper y Nagin, 1989) de que las sanciones criminales son más efectivas contra los crímenes de cuello blanco, tales como la evasión de impuestos y la especulación en la bolsa y contra el crimen corporativo, como en el escándalo de los ahorros y los préstamos. Los delincuentes potenciales de cuello blanco tienen más  qué perder que los ´´delincuentes comunes´´, no sólo financieramente, sino también en función de su respetabilidad y posición en la comunidad.
Parece dudoso que el cálculo racional juegue un papel importante en los “crímenes emocionales”, tales como el asalto o el homicidio cometido en una explosión de ira. Muchos, si no la mayoría, de los crímenes violentos son impulsivos. Además, muchos agresores convencionales (o criminales callejeros) pueden calcular que, dadas sus limitadas oportunidades educacionales y de trabajo, tienen poco que perder. En realidad el riesgo y la excitación pueden pesar más que los posibles costos.
Un agresor describió su primer asalto: ´´estaba asustado, pero fue emocionante. Ya sabes, toda la cosa, estaba asustado y emocionado. Yo sabía, tú sabes, que tenía mitad y mitad de oportunidad de escapar o de que me agarraran. Pero supuse que era el riesgo que iba a tomar. Yo quería el dinero´´. (Conklin, 1992, p.439).
En efecto, las probabilidades de este hombre de ser capturado eran mucho menores de las que calculó: como de una en ocho, no una en dos. Pero corrió el riesgo de todas maneras.
Los líderes políticos a veces declaran que la razón de que el sistema de justicia criminal no consigue disuadir la delincuencia es que las penas no son excesivas o suficientemente inmediatas, que no hay suficiente policía en las calles o que la policía está muy restringida. En general, la investigación muestra que ni la severidad, ni la prontitud del castigo tienen mucho efecto en la tasa de delitos: en forma similar, el número de policías en las calles o en carros de patrulla, la frecuencia con la cual hacen los arrestos o lo apropiado de sus tácticas tiene poco efecto (Conklin, 1992).  Sin embargo, hay alguna prueba indirecta de que la certidumbre del castigo tiene un impacto. Desde la caída de los gobiernos comunistas  en Europa del Este y en la ex Unión Soviética, la tasa de delitos ha aumentado tanto como  25% (Greenhouse, 1990). En apariencia los viejos estados policiacos  en estos países fueron eficaces en suprimir el delito así como las libertades civiles (si uno no cuenta como delitos las agresiones cometidas por los funcionarios del gobierno).
Algunos sociólogos argumentan que estar en prisión sirve más para promover que para prevenir el delito. En la prisión el individuo está expuesto a una subcultura criminal que proporciona el fundamento para las actividades ilegales, el prisionero es también educado dentro de las ´´nuevas´´ técnicas para cometer delitos (recuerden la teoría de la Asociación Diferencial de Sutherland). Además, a causa de la etiqueta de ex convicto una persona puede tener dificultad para encontrar trabajo legítimo cuando sea liberado (llevándolo a la desviación secundaria). La prueba de esta opinión, sin embargo, es débil. Es más probable que los individuos que han cumplido  sentencias en prisión regresen a ella por segunda y tercera vez que aquellos que obtuvieron libertad condicional. Pero esto puede ser porque es más probable que los jueces den a los delincuentes con alto riesgo con largos antecedentes sentencias de prisión, y  los delincuentes de bajo riesgo libertad condicional (no a causa de sus experiencias en prisión). En resumen, no hay prueba sólida de que la prisión sea o no un disuasivo.
LA PENA CAPITAL
La pena máxima es, por supuesto, la muerte. En 1972, la Suprema Corte de Estados Unidos falló la sentencia de muerte como anticonstitucional con el fundamento de que avía sido aplicada selectivamente y por lo tanto constituía un castigo “cruel e inusual” (Furman v. Georgia). Esta decisión estaba fundamentada en parte en daros sociológicos que demostraban que era mucho más probable que se le diera pena  de muerte a la gente negra que a la blanca, de manera especial cuando el delito era violación y la victima blanca. Desde 1972, 36 estos han aprobado leyes que permiten la pena de muerte en casos específicos (tales como homicidio de un agente de la policía o un crimen premeditado), y la Suprema Corte ha decidido que las leyes con  normas claras para la pena de muerte son constitucionales (Gregg v. Georgia). Sin embargo, el modelo de la diferencia racial persiste: aunque los afroamericanos componen solo 10% de la población en el mes de mayo de 1990, hubo casi tantos prisioneros negros (946) como blancos (1 180) en la “fila de la muerte”  (Gallup Poll Monthly, 1991).
Hay mucha discusión sobre si la pena capital reduce la tasa de homicidio y otros delitos violentos (Hook y Khan,  1989). Por un lado están aquellos que alegan que la pena de muerte actúa como el disuasivo fundamental (por ejemplo, Stack,  1990). Otros alegan que la pena capital tiene un “efecto de brutalización” (King, 1978; Lempert, 1983). Según esta opinión, las ejecuciones por parte del Estado pueden estimular a las personas inestables que sienten que han sido malas a tomar el asunto como suyo. En sus mentes una ejecución por el Estado legitima el justo castigo personal. Pero varios estudios recientes encuentran poco apoyo para cualquiera de los argumentos de disuasión o de brutalizarían (por ejemplo, Bailey, 1990).
Algunos alegan que la razón de que la pena capital tenga tan poco impacto es porque las ejecuciones son  y muy raras. La mayoría de los asesinos convictos no son sentenciados a muerte y la mayoría de quienes están sentenciados a muerte no han sido ejecutados. Entre 1977 y 1988, el FBI registro 245 075 casos de homicidio y asesinatos premeditados de hombres y llevaron a cabo 239 075 arrestos. De estos, 3 477 fueron sentenciados a muerte. Alrededor de un tercio fueron apartados de la fila de la muerte por apelaciones, nuevas sentencias, conmutaciones o por muerte natural. Casi dos tercios están esperando aún en la fila. Fueron ejecutados 104 (Departamento de Justicia de EUA, 1989).
Esto parece ser un caso donde la política  pública y la opinión pública no llevan el paso. Las encuestas de Gallup (1991) encuentran que tres cuartos de los estadounidenses  (76%) están a favor de la pena de muerte en algunos casos. A su vez, muchos encuestados dijeron que creen que la pena de muerte es aplicada injustamente a la gente pobre y a las minorías. La razón principal de aquellos que se declaran a favor de la pena de muerte no es la disuasión, sino el justo castigo: “ojo por ojo”, una vida por otra. La práctica de la pena de muerte difiere entonces con respeto a la opinión pública, porque lo que quieren los ciudadanos va en contra de la décima cuarta enmienda de la Constitución. Esta enmienda da derecho a todos a igual protección por parte de la ley. Pero la gente también quiere que la pena de muerte sea empleada con un fin justiciero y sólo selectivamente. Y es ese empleo desigual y selectivo de la pena de muerte lo que la Suprema Corte tiende a encontrar como anticonstitucional.
DISUADIENDO LA DELINCUENCIA JUVENIL: ¿JÓVENES ´´RECTOS POR MIEDO´´ O SIEMPRE RECTOS?
Los documentales Scared Straight (Rectos por miedo) ganador del Premio de la Academia se fundamentó en un programa de Nueva Jersey planeado para asustar a jóvenes que pudieran estar encaminados a una vida criminal (Lundman, 1993). La película mostraba una sesión de confrontación intensiva entre 17 hombres jóvenes descritos como “delincuentes crónicos”, con adultos internos que purgaban sentencias largas o de cadena perpetua en la Prisión Estatal de Rahhway en Nueva Jersey. Los internos contaban relatos vividos de privación y peligro en una prisión de máxima seguridad, vil, sucia y sobrepoblada donde el asalto, la violación y el crimen eran comunes. Para dar a los jóvenes una ´´probadita´´ de cómo es en realidad la vida en  prisión, los internos gritaban obscenidades  y sometían a los jóvenes con insultos y amenazas de daño físico y abuso sexual. Su lenguaje era tan gráfico que algunas estaciones de televisión rehusaron transmitir el programa. Los realizadores de Scared Straight declararon que el 90% de los jóvenes que participaron en el programa no se habían metido en problemas nuevamente: una proporción de éxito ´´no igualada por los métodos de rehabilitación tradicionales´´. Poco después que se exhibió esta película, un cierto de estados y ciudades se apresuraron a instituir programas similares en sus áreas.
Sin embargo cuando los sociólogos examinaron éste y otros programas similares surgió un cuadro diferente. La declaración del éxito fenomenal de los productores de la película se fundamentaba en el hecho de que de los 17 jóvenes que aparecieron en la película, solo uno había tenido problemas con posterioridad. Pero una indagación adicional reveló que estos jóvenes provenían de un pequeño suburbio de clase media y que no tenían antecedentes de delincuencia previos a la película. ´´Eran rectos aun antes de ser asustados´´ (Lundman, 1993, p. 153).  Aunque se sabe poco acerca de otros 13 000 jóvenes que participaron en el programa  de Nueva Jersey, los datos disponibles  sugiere que la mayoría no tenía antecedentes  de delincuencia seria o usual. Las vistas a la prisión fueron usadas con más frecuencia  como una experiencia educativa que como parte de un programa de rehabilitación.
James Finckenauer (1982) condujo el primer estudio sistemático del Programa de Conscientización  Juvenil  de Nueva  Jersey, comparando un grupo experimental de jóvenes  que efectuaron la visita  a la prisión con un grupo de control que no la hizo. Finckenauer no encontró diferencia en las percepciones de la severidad del castigo entre los dos grupos. El programa no sólo fracaso en disuadir la delincuencia, sino que pareció alentar el delito; 41.3% del grupo experimental cometió una nueva falta en los seis meses siguientes a la confrontación con los internos. Dos réplicas de este estudio  - uno que examinaba  Delincuentes Juveniles de Michigan conocen la verdad (JOLT, Michigan’s Juvenile Offenders  Learn  Truth),  el otro Programa de Prevención del Crimen Juvenil de los Internos de Virginia (Virginia’s Insiders Juvenile Crime Prevention Program), no encontraron diferencia significativa entre el grupo experimental y el de control.
Como resultado de estas investigaciones sociólogas las sesiones de confrontación  entre jóvenes y presidiarios fueron detenidas. En su lugar, un número de prisiones sostienen “seminarios” en los cuales un pequeño número de internos  se reúnen con estudiantes y maestros y describen su vida en prisión, dicen por qué fueron enviados a la cárcel y platican acerca de lo que podrían haber hecho para quedarse fuera del problema.

APORTACIONES TEÓRICAS RECIENTES
El surgimiento del realismo de izquierda
Dentro de la criminología británica, surgió a mediados de los años 80 una nueva corriente introducida por un grupo de criminólogos de orientación marxista (Jock Young, Roger Matthews y John Lea, todos ellos de la Universidad de Middlesex), a la que se denominó “realismo de izquierda”. Estos autores habían constatado que en los últimos años se había dado un aumento de la incidencia de actividades delictivas, en particular en las zonas urbanas y trataron de conceptualizar el problema en lo que denominaron el “cuadrado” del delito, que tiene cuatro ángulos o dimensiones: el estado, los mecanismos de control informal, los delincuentes y las víctimas. Según los realistas de izquierda, para entender la conducta delictiva hay que tener en cuenta estas cuatro dimensiones. Los datos con los que trabajaron estos autores mostraron un hecho particularmente relevante: que la mayor parte de las víctimas pertenecen a la clase obrera, son pobres o pertenecen a una minoría étnica. Más interesante quizá: la probabilidad de que un trabajador no cualificado sea víctima de un delito es el doble que en el caso del resto de los trabajadores.  Así, si bien es cierto que son los sectores más desfavorecidos los que más delitos cometen, ellos son también las principales víctimas.  La delincuencia, según estos autores, es el resultado de profundas desigualdades estructurales. Por decirlo en otras palabras: hay delincuencia cuando surge un sentimiento de privación relativa (esto es, cuando los que tienen pocos recursos comparan  con los que más recursos tienen), y  cuando hay marginación. Si este es el diagnóstico, la solución es simple: una mayor justicia social, cambios fundamentales en el funcionamiento de la economía, una mejora de las políticas penitenciarias, mejores equipamientos en los barrios marginales, etc.
La delincuencia en contexto
Lo que pretenden los realistas de izquierda es evitar la simplificación analítica y prestar atención a los contextos específicos en los cuales se desarrolla la conducta delictiva. Las configuraciones específicas de la delincuencia, sus causas y los mecanismos sociales de control, varían entre países y sociedades a lo largo del tiempo. En todo el mundo surgen nuevas pautas delictivas. Ian Taylor, por ejemplo, argumenta que el giro hacia una sociedad de mercado impulsado por Thatcher y Reagan no solamente ha producido delitos más violentos, sino también castigos y respuestas sociales más brutales. (Taylor, 1999). Taylor afirma que hay que tener en cuenta varias transiciones sociales para entender las nuevas pautas del delito, incluidos:
-          La crisis de empleo: nuevas pautas de trabajo han producido más precariedad, menos empleo y bajos sueldos. Esto genera un contexto en el cual a muchos jóvenes les sale más rentable la delincuencia que el empleo legal.
-          La crisis de la pobreza y la desigualdad social: mientras que la mayoría de los países en general están experimentando cierta prosperidad, la desigualdad está en aumento. La marginalización de colectivos de personas facilita la delincuencia.
-          El miedo al delito y al “otro”: aparentemente el mundo es un lugar peligroso; existe mucho miedo de ser víctima de algún delito e impera una “mentalidad fortaleza”. Esta sensación de inseguridad hace que las personas no respondan racionalmente ante el problema del delito.
-          Otros factores que deben tenerse en cuenta incluyen la crisis de la familia y de la cultura en general.

El surgimiento de una criminología feminista y de género
Resulta irónico que la sociología del conflicto haya ignorado durante tanto tiempo la cuestión del género. Si tal como sugiere la teoría del conflicto, la causa principal de la delincuencia es la desigualdad social ¿cómo es que las mujeres cometen muchos menos delitos que los hombres?
Hasta los años 70, el campo de estudio sobre la delincuencia y la desviación era territorio masculino. Ciertamente, también la conducta delictiva era mayoritariamente masculina. Pero la obra pionera de Carol Smart, Women, Crime and Criminology, publicada en 1976, cambió para siempre el campo de la criminología. La tesis central del libro es que la mujer ha sido tradicionalmente ignorada en las investigaciones en este campo. Pero cuando no lo ha sido  y se ha hecho alguna referencia a la mujer, el autor, generalmente, no ha podido evitar hacerlo de forma sexista, cuando no abiertamente misógina. Por poner un ejemplo, Otto Pollock mantenía que,  en realidad, las mujeres cometen más delitos que los hombres, pero como suelen ser más aviesas y taimadas, consiguen escaparse con más facilidad del brazo de la justicia (Pollock, 1950).
Se puede argumentar por ejemplo que la teoría de Merton tiene un sesgo sexista, pues según él, el éxito económico es un objetivo cultural dominante. Puede que así lo fuera en Estados Unidos en los años en que Merton desarrolló su teoría, con respecto a la población masculina no a la femenina, pues los objetivos culturales con los que se medía el éxito o el fracaso de una mujer eran otros: el matrimonio y la maternidad (Leonard, 1982). Tanto es así, que aún mucha gente (hombres y mujeres) sigue considerando que las mujeres que no se casan (“las solteronas” es la etiqueta más frecuente) o no tienen hijos, han fracasado (Hutter y Williams, 1981; Smart, 1984; Richardson, 1993).
Dentro del enfoque del interaccionismo simbólico, la teoría del etiquetaje deja quizá un margen mayor de juego para introducir la perspectiva de género. En la medida en que en nuestra sociedad se juzga la conducta de hombres y mujeres según estándares distintos, se puede estudiar en qué casos el mismo tipo de conducta recibe etiquetas o calificativos opuestos si quien la comete es un hombre o una mujer (el hombre que tiene muchas compañeras sexuales es un “varón” pero si se trata de una mujer el calificativo no es nada envidiable ni elogioso). Además dada la posición subordinada  que ha tenido y sigue teniendo  la mujer  en nuestra sociedad, se puede investigar cómo se reproduce esta relación de subordinación en distintos contextos sociales y qué tipo de conductas emplean los  hombres para  reafirmar  su posición dominante. Pegar a la mujer o acosar sexualmente a la secretaria, por ejemplo, eran conductas que, hasta hace muy poco tiempo, no se consideraban ilícitas.
Pero las criminólogas feministas, no solo se han limitado a revisar críticamente las teorías dominantes hasta entonces en este campo de investigación. Al introducir la perspectiva de género, han desarrollado toda una nueva agenda de investigación. Como el sentimiento de indefensión o el miedo a ser víctima de un delito que tienen algunas mujeres; el aumento de la violencia doméstica o el papel que juega el género en los procesos de control social.
Por último, hay que examinar el trato diferente que reciben las mujeres por parte  de las instituciones policiales o judiciales, pues (así lo han señalado algunas autoras) si frente a la policía y los tribunales, los hombres reciben un trato más profesional, las mujeres suelen recibir un trato más displicente o paternalista (cuando no burlón). Al fin y al cabo, en la cultura occidental  (y en la tradición científica), si el hombre puede ser un criminal, la mujer tiene más probabilidades de ser una enajenada o sufrir un trastorno mental. Son cuestiones de este tipo, a las que apenas se había prestado atención, las que ha sacado a la luz la criminología feminista. (Busfield, 1997).
Para terminar, otra contribución importante de la criminología feminista ha sido la de estimular la investigación acerca de la relación entre la violencia y la conducta delictiva o criminal. Si es cierto que los hombres cometen más delitos que las mujeres, merece la pena investigar a fondo, si existe alguna relación entre determinadas formas de masculinidad y determinadas formas de delincuencia.
La masculinidad y el delito
Pensándolo bien, el delito suele asociarse más a los hombres, parece ser territorio masculino. Ciertamente, también la conducta delictiva es mayoritariamente masculina. Las estadísticas oficiales muestran una y otra vez que los hombres cometen más delitos que las mujeres. Como ha observado Richard Collier, “la mayoría de los delitos serían inconcebibles sin la presencia de los hombres” (Collier, 1998; Jefferson, 1997). Si se miran las estadísticas judiciales o penitenciarias, la población masculina predomina sobre la femenina. Hasta cierto punto, estos datos pueden justificar que los estudios e investigaciones sobre delincuencia se hayan centrado en el comportamiento de la población masculina.
Ahora bien, esos mismos datos sugieren preguntas interesantes. Si es cierto que los hombres cometen más delitos que las mujeres, ¿qué explicación tiene esto? ¿qué tipo de relación hay entre género y delincuencia? Al menos se debe considerar la probabilidad de que exista una relación importante entre género y delincuencia.  No se está sugiriendo que todos los hombres son delincuentes y todas las mujeres no lo sean, pero sí se sugiere que existe ciertas manifestaciones de masculinidad que hacen más probable que un hombre cometa un delito.  Se necesita encontrar una explicación para el fenómeno de la masculinidad de la delincuencia.  Al plantear esta cuestión, surgen nuevos problema y preguntas.
En todas las sociedades ha habido y sigue habiendo mecanismos de control social (formal e informal) sobre la conducta. Pero los mecanismos empleados para el controlar la conducta de las mujeres han sido, generalmente, mucho más expeditivos. Para empezar, en muchas sociedades la mujer se ha tenido que desenvolver en la esfera del hogar, sometida a la tutela de un varón y al margen de la vida pública. Incluso en la Europa de nuestros días muchas mujeres tienen dificultades para incorporarse al mercado de trabajo, a la política o a otras muchas más actividades públicas que siguen siendo dominadas por los hombres.
En muchos lugares de Europa, las mujeres no son bienvenidas en los bares; siguen siendo del dominio masculino. Fuera de Europa las restricciones son aún mayores.  En Arabia Saudí, por ejemplo, a las mujeres les está prohibido votar o incluso conducir un coche. En Irán, las mujeres que llevan el pelo suelto o usan maquillaje pueden ser azotadas.
James Messerschmidt (1993) en Estados Unidos, Tony Jefferson (1993) en el Reino Unido y otros han comenzado a investigar el papel que desempeña la masculinidad en la delincuencia.